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125 AÑOS

Junio 1896

Javier Lambán, presidente de Aragón, y miembros de la Real Hermandad de San Juan de la Peña, en el acto de reinhumación de los restos de los antiguos reyes de Aragón en el antiguo monasterio, el 24 de junio de 2018. GOBIERNO DE ARAGÓN

(…) Lo que no se ve es el antiguo panteón, verdadero macizo de ataúdes de piedra, colocados en lechos como sillares de un muro, según explica el P. Ramón de Huesca, que reconoció detenidamente el histórico enterramiento antes que la restauración ordenada por Carlos III impidiese practicar el mismo examen en lo sucesivo. Cada ataúd presentaba al frente un breve epitafio del personaje cuyos despojos contenía; pero la acción del tiempo y la humedad del lugar fueron de tal manera corroyendo dichas rotulatas, que, ya en el siglo XVII, no pudo el Padre Moret descifrar otras inscripciones que las tres correspondientes a los sepulcros de Ramiro I, Sancho Ramírez e Isabel, hija de Pedro I, todos ellos colocados en la hilada superior. En la misma hilada se reconoció y abrió a fines del siglo XVI el enterramiento de Pedro Sánchez, el glorioso vencedor de Alcoraz, y según Diego de Aínsa (en su Historia de Huesca, folio 59, siguiendo los apuntes del abad Briz) hallaron los monjes su esqueleto y una sortija que tenía engarzada una piedra con los atributos pontificios y la palabra PAX grabada en el oro del anillo. Hemos tenido en las manos esa joya arqueológica cuidadosamente guardada por el P.D. Pascual Ara, arcediano dignísimo de la Catedral de Jaca y último religioso de la casa del Pano, que vivió hasta hace pocos años ha; guárdala en el día el Sr. D. Tomás Ara, sobrino del arcediano y canónigo de dicha iglesia, a quien debimos la atención de poder examinarla. La piedra, de color verde negruzco, es un camafeo romano cuyo grabado está muy borroso, pero el anillo de oro pálido se conserva limpio, y la palabra PAX se lee perfectamente (…)

La desaparición de las primitivas inscripciones no solo impide que puedan particularizarse los sepulcros, sino que se desconoce el orden de colocación de los sepultados. Esto, no obstante, en vista que en la hilada superior están comprobados los restos de reyes y príncipes fallecidos en los siglos XI y XII, debe suponerse que la ordenación de la serie va de abajo a arriba, y que en los lechos inferiores está el osario de aquellos primitivos caudillos y señores del Pirineo, siquiera Reyes, siquiera Capitanes (como dijo Zurita), que antecedieron a Íñigo Arista, tronco y fundador indiscutible de la regia estirpe de Aragón. De esta heroica dinastía Íñiga, como llama el erudito Traggia, faltan en el lucillo pinatense los restos del Arista, de su nieto Fortún el Monje y de D. Sancho el Mayor, depositados en el Monasterio de Leire, y en la Real Colegiata de San Isidro de León el último. Casi todos los demás miembros de la egregia familia, reyes y reinas, príncipes e infantas, desde García Íñiguez hasta los malogrados hijos de Pedro I, yacen sin duda en el histórico enterramiento escondido tras el moderno muro en que se inscriben sus nombres grabados en lucientes bronces.

¿Es acertada y exacta la moderna rotulación? En cuanto al acierto diremos ingenuamente que el orden de la serie regia es el inverso del que debió seguirse. Y en cuanto a la exactitud, si bien se dice que solo se inscribieron los nombres de las personas reales cuyo enterramiento constaba en documentos existentes a la sazón en el archivo monasterial, entendemos que no debió ser muy grande el trabajo empleado en inquirir estas noticias, ya que es indudable que lo único que se hizo fue seguir al pie de la letra el catálogo de Briz Martínez y las series insertas en los Comentarios de Blancas, harto discutibles por lo que respecta a no pocos pretendidos Reyes de Sobrarbe de la dinastía Ximena, en vueltos en las nieblas de los orígenes de la Monarquía Pirenaica.

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