50 AÑOS
Abril 1974
Cesàreo Alieta Perela durante su intervención en el acto de apertura de los Cursos de Verano de la Universidad de Jaca en 1968 FOTO BARRIO/EL PIRINEO ARAGONÉS
Con estupor y dolorosa sorpresa recibió Jaca la noticia de la muerte del ilustre zaragozano y jaqués de adopción don Cesáreo Alierta Perela; tan imprevisible que el óbito le sobrevino hallándose en su habitual tertulia de café, en Zaragoza, sin que nada pudiera hacerse por salvar su vida, siempre preciadísima de quien tanto luchó por su amada tierra aragonesa, pero quizá muy necesaria en estos momentos complejos de la vida de Aragón pues, don Cesáreo, pudo ser todavía en plenas facultades, baza importante en estos difíciles momentos para un caminar aragonés de más amplios horizontes.
Durante los años de su permanencia en Jaca, como ilustre jaqués de adopción (tras su matrimonio con doña Juana Izuel Labad, a quien recordamos como ilustre profesora del primer Instituto de Enseñanza Media que tuvo Jaca) a don Cesáreo, como aquí se le llamaba con el respeto que imponía su gran personalidad empapada de grandes valores humanos y exquisita cordialidad plena de sencillez, se le solicitó para hacerse cargo de la presidencia de la jacetanísima Sociedad «Casino Unión Jaquesa» en un momento de grandes dificultades económicas, que supo erradicar al tiempo que devolvía pujanza a esta simpática y popular Sociedad.
Cesáreo Alierta se impregnó de los nobles valores altoaragoneses al contacto de sus tierras y sus gentes, y al lado de su querido Zaragoza, la gran ciudad y capital de Aragón de la que le cupo el alto honor de ser brillante y excepcional Alcalde, llevó en su corazón a Jaca, Villanúa y a todo el valle del Aragón que le atraía como un imán de venturoso reposo. Por eso, cuando el rector de la Universidad de Zaragoza don Justiniano Casas Peláez, le rogó su intervención en el acto inaugural de los Cursos de la Universidad de Verano en Jaca, el año 1968, aceptó con singular agrado eligiendo un tema de su preferencia, ya que la oportunidad le brindaba un deseo incontenible que ha tiempo albergaba: hacer un canto a Jaca y a la Jacetania a través de sus años vividos en íntimo contacto con las gentes de las tierras que fueron embrión de ese Aragón, de ese colosal Zaragoza que tanto amaba: «Recuerdos de mi juventud de estudiante», tituló su charla.
En aquella amena y brillante conferencia culminó su amenísimo decir con un encendido y apasionado canto a la Jacetania y a Jaca, a la que predijo «un futuro de mayores riquezas y de mayor amplitud cultural, cual corresponde a su condición avanzada de España ante el mundo, pues no en balde es Jaca el primer salón español hacia Europa».
La última parte de su parlamento la dedicó a expresar el amor que sentía por nuestra ciudad, por estas tierras en las que siempre pensó venir a descansar los últimos años de su dinámica y agitada vida, envuelto en aires puros y aromas pirenaicos, como manifestó en aquella ocasión y en tantísimas otras, hasta que el Señor le llamase a la paz eterna.