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“Nos hemos convertido en personas excesivamente individualistas, más preocupadas en satisfacer nuestros propios caprichos y metas que en alcanzar los objetivos comunes”

Como la vida en aislamiento no es posible, hay que tener en cuenta que las buenas maneras no son solo formas: son actitudes de deferencia y atención. GERD ALTMANN (Pixabay)

Tenemos la impresión de que en los últimos tiempos se han olvidado los gestos de cortesía y amabilidad. Pese a ello, algunos especialistas afirman que la buena educación es parte integrante de toda cultura y que su progresivo deterioro contribuye al aumento de la agresividad en las colectividades contemporáneas.

Pero, ¿qué significa hoy tener buenos modales? Es evidente que ya no sirven las convenciones del antiguo ‘sentido común’ que exigían a las mujeres ser siempre abnegadas, discretas y sonrientes, a los hombres mostrarse valientes, serviciales y protectores (abriendo puertas, portando maletas, pagando consumiciones, acompañando a casa) y a todos adoptar una postura corporal adecuada en la mesa o en una reunión determinada. Aquel modelo se ha trastocado porque los objetivos sociales actuales son otros y ahora ya no se nos demanda sumisión sino iniciativa, no debemos ser abnegados sino competitivos, y el esperable liderazgo implica perseguir objetivos claros, aunque para lograrlos tengamos que mentir, menospreciar, ignorar e incluso insultar a quienes nos rodean. Para conseguir esas ‘renovadas’ maneras se nos ofrecen hoy múltiples libros de autoayuda y ‘preparadores privados’ que, supuestamente, facilitarán, cueste lo que cueste, el desarrollo de la originalidad de cada individuo y nos conducirán al deseado ‘éxito’ y ‘prestigio’ social.

Sin embargo, si pretendemos una vida en comunidad menos competitiva, pero más pacífica, respetuosa y cordial, no conviene renunciar a algunos buenos modos que conviertan nuestro entorno cotidiano en un espacio más habitable, amable y creativo. Necesitamos establecer unos mínimos básicos que, aunque no sean universales, sí sirvan para lugares concretos, como un determinado centro de trabajo o una familia, porque, cuando no hay un código de comunicación claro, no estamos fomentando realmente una mayor expresión de libertad, sino de confusión.

Parece que prácticas como saludar, disculparse, solicitar en lugar de exigir, evitar los gritos o ruidos molestos para los demás, llamar a las puertas y solicitar permiso antes de entrar, no interrumpir constantemente a otros cuando hablan, dejar salir de cualquier local antes de entrar en él, no entorpecer el tránsito en escaleras, puertas de acceso o en las aceras, no arrojar papeles o basura fuera de los lugares indicados para ello, ofrecer ayuda, colaborar, etc. y otras rutinas más ‘recientes’ como colocarse a la derecha en las escaleras y cintas mecánicas para permitir avanzar a quienes van más rápido o apagar el teléfono móvil en lugares donde es una molestia que suene o deslumbre (consultas médicas, espectáculos públicos, medios de transporte, etc.), son algunos ejemplos de buenos modales.

Pero lo realmente importante aquí no es tanto si debemos seguir estas u otras normas, sino que nos hemos convertido en personas excesivamente individualistas, más preocupadas en satisfacer nuestros propios caprichos y metas que en alcanzar los objetivos comunes. La buena educación debería contrarrestar esas actitudes y afectar no solo a nuestras palabras y modales que algunos podrían considerar hipócritas, sino a las emociones, pensamientos y conductas que nos convierten en seres humanos respetuosos y solidarios con quienes nos rodean. Esa solidaridad expresada en las buenas maneras contribuye, además, a obtener un respeto social capaz de mejorar nuestra autoestima, a la disminución del nivel de violencia verbal y gestual que estamos experimentando y a la mejora de la disposición de todos para colaborar en el logro de un mayor bienestar social.

En definitiva, si analizamos los comportamientos observados a nuestro alrededor, podremos decidir cuáles queremos conservar y cuáles creemos modificables. Y como la vida en aislamiento no es posible, deberemos tener en cuenta que las buenas maneras, aunque se plasmen en gestos y en palabras, no son solo formas: son actitudes de deferencia y atención para tratar de demostrar a los demás que estar con ellos nos es grato o que, al menos, los respetamos. De su práctica generalizada depende una vida individual y colectiva civilizada y tolerante.

Firmado:  COLECTIVO PENSAMOS
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