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Las obras de Fermín Ochoa y Francisco Giral comparten espacio expositivo en el Salón Panadería de la Ciudadela de Jaca

Fermín Ochoa, Francisco Rubio y David Giral en la inauguración de la exposición en el Salón Panadería de la Ciudadela de Jaca. LAURA ZAMBORAIN

Es la primera vez que la Ciudadela de Jaca acoge dos exposiciones de pintura conjuntas en el Salón Panadería, espacio destinado a las grandes muestras temporales que organiza la dirección del Consorcio del Castillo de San Pedro. Si bien ambas responden a inquietudes estéticas y temáticas muy diferentes, comparten estilo, el realismo, que los dos artistas han cultivado a lo largo de sus respectivas carreras y que aquí aparece reflejado a través de las técnicas, gustos y formas que tienen de concebir la pintura.

Fermín Ochoa es un pintor veterano en Jaca, ya que esta es su tercera exposición en el Castillo de San Pedro, mientras que para Francisco Giral es la primera ocasión en la que su obra recala en la capital pirenaica, con el valor añadido de que lo hace a título póstumo, cinco años después de su fallecimiento en agosto de 2018.

“Una de sus ilusiones era exponer en Jaca, un proyecto que se vio truncado con su muerte y que ahora hemos podido ver cumplido”, explica su hijo David Giral, que acudió a la inauguración de esta exposición compartida, que no conjunta, con Fermín Ochoa.

“Las dos exposiciones tienen en común que son de arte figurativo, aunque responden a temáticas distintas”, indica el director del Consorcio del Castillo de San Pedro, Francisco Rubio, que destaca la calidad de la obra de ambos artistas.

Marta Teixidó, crítica de arte y responsable del medio de comunicación Cuadros de una exposición, que el pasado mes de junio impartió en la Ciudadela la conferencia titulada La guerra en el arte, se refirió recientemente a esta doble muestra hablando de las últimas novedades expositivas en el extranjero y España. “De Francisco Giral, un exponente de la pintura ecuestre –una de sus pasiones junto al mundo del toro–, dijo que es un pintor exquisito, elegante y delicado, que trata la figura del caballo con respeto y sobriedad”, mientras que al referirse a Fermín Ochoa, además de destacar su estilo “realista, muy próximo al hiperrealismo”, apuntó que es un artista “con mucha personalidad”, cuya obra, además de destacar por los paisajes y las figuras que recrea, llama la atención por sus bodegones, que reúnen escenas que se alejan de la idea académica de este tipo de representaciones. En vez de reproducir naturalezas muertas, frutas y flores, su atención se detiene en objetos que se alejan de ese ideario estético del bodegón clásico, como puede ser una botella de cristal o una lata de cerveza, elementos que pueden resultar un tanto disruptivos pero que también son habituales en la mesa de una cocina, una taberna o un restaurante de nuestro tiempo. Son elementos que, en el caso de Ochoa despiertan igualmente interés por “el tratamiento del color y el brillo”, características “muy personales” de este artista que, como señala Rubio en palabras de Marta Teixidó, “siempre aporta algo nuevo” por medio de sus creaciones.

“Jaca es una ciudad muy querida por mí y por mi familia”, asegura Ochoa, que comparte esa pasión por la capital jacetana con su amor a la montaña y al paisaje pirenaico, aunque posiblemente ambas querencias están estrechamente unidas y una es consecuencia de la otra y viceversa.

“Mi pintura es figurativa, rayando el hiperrealismo, es la forma de expresarme, en la que estoy a gusto y soy feliz a la vez”, reconoce. “Siempre trato de evolucionar, de esmerarme y de hacerlo mejor, pero mantengo la línea de siempre”, recalca, y aunque “valoro la abstracción y la respeto, [es un estilo que] no está en mi cerebro”, confiesa.

Ochoa no duda en apuntar que “es una suerte” estar acompañado en esta exposición por un artista como Francisco Giral, “gran pintor, amante del caballo y de la anatomía y el movimiento”. A diferencia de él, explica que su obra, de la que en Jaca muestra 42 trabajos, no responde a una única temática. “En mi caso, prefiero cambiar de tema, porque si no, me canso. Por eso, mi pintura puede ser de un paisaje, una figura o un bodegón”, detalla. Y lo mismo ocurre con los soportes, empleando preferentemente el lienzo y la madera; y con la técnica, utilizando indistintamente el óleo, el acrílico, la plumilla, la acuarela o el pastel.

Fermín Ochoa, junto a sus cuadros, conversando con Francisco Rubio en el Salón Panadería. LAURA ZAMBORAIN

El caballo y el movimiento

De Francisco Giral pueden verse en el Salón Panadería 25 obras, una selección de las que realizó a lo largo de su vida inspiradas en la temática ecuestre y taurina. En este caso, “nos hemos centrado en la hípica”, refiere su hijo David, y están pintadas al óleo o al pastel, las técnicas que él prefería.

Los cuadros muestran diferentes escenas de la actividad ecuestre, recreándose en los detalles, pero sobre todo en la anatomía y el movimiento de los caballos y los jinetes. Se reflejan diferentes ambientes: las carreras, la doma, el polo, el salto de obstáculos, deportes y actividades por los que el artista se sentía especialmente atraído. Es más, sus cuadros son el reflejo de dos de sus grandes aficiones, la pintura y el caballo. “Él era un gran amante de los caballos y lo demuestra aquí con su obra, conocía perfectamente la anatomía del animal”, al igual que la del toro, otra de sus grandes pasiones, comenta David Giral.

“Mi padre era funcionario, delineante de profesión, pero era una persona que tenía mucha curiosidad por las cosas”, observa su hijo, que recuerda que, aunque era autodidacta, “siempre había pintado, desde pequeño. Tenía muchas aficiones, pero sobre todo le gustaba pintar”.

“Con el tiempo, tuvo la suerte de comprarse un caballo”, que hizo que estuviera “todavía más enamorado de la hípica”, y solía frecuentar las carreras y pruebas que se organizaban en los clubs de hípica de Zaragoza. “Iba con su cámara de fotos para luego plasmar las imágenes como él sabía hacer”, revela David Giral, que, de las obras que se exponen en la Ciudadela de Jaca, se detiene en aquellas que corresponden a su última etapa creativa. En ellas queda patente el amor que sentía por el caballo y por la estética de su anatomía y movimiento. De hecho, en varios de estos cuadros puede observarse que el jinete aparece representado de manera anónima, de cuello para abajo, sin cabeza, porque en su pintura “él quería dar relevancia a la posición del jinete y también al movimiento del caballo, que era el principal protagonista de sus cuadros”.

Detalle de dos de las obras de Francisco Giral en las que da protagonismo al movimiento y al caballo, eje central de sus creaciones. LAURA ZAMBORAIN
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