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Pepe Hidalgo se inspira en El perro semihundido de Goya para su última serie pictórica que expone en México

El perro de Goya regresa a su cuadro y descansa, de la serie El perro de Goya. PEPE HIDALGO

En su época de estudiante, Pepe Hidalgo fue un asiduo visitante del Museo del Prado. En sus salas podía pasar horas y horas observando las obras de los grandes pintores, intentando descifrar los secretos de su arte, la luz, las sombras, el movimiento, la profundidad del paisaje, los colores… Aquellas visitas dejaron un poso profundo tanto en su estilo pictórico como en sus creaciones y composiciones. Como él mismo explica, su inspiración está influenciada, en gran parte, por esos referentes que descubrió en la pinacoteca madrileña y que ha ido adquiriendo y desarrollando con el paso de los años. Goya, Velázquez, el Bosco y Rubens figuran en esa lista de “imprescindibles” en la obra de Pepe Hidalgo. De hecho, los grabados de Goya y sus Pinturas negras fueron los que le motivaron para convertirse en pintor, ha recordado en más de una ocasión.

En este contexto, hay que situar la exposición con carácter permanente que el pintor toledano, residente en Vancouver (Canadá), y estrechamente vinculado a Jaca y al Pirineo aragonés, ha instalado de forma permanente en la galería Omar Alonso, en Puerto Vallarta (México). Sin abandonar sus temáticas de siempre: la femineidad, la mitología, la historia o la ciencia, en esta ocasión ha puesto el foco en una pintura por la que siente admiración y fijación: Perro semihundido, de Francisco de Goya, una de las escenas del conjunto pictórico que el artista aragonés plasmó en los muros de la Quinta del Sordo, la casa madrileña que adquirió en 1819 a orillas del Manzanares, y que este año cumple su bicentenario (1823).

Perro semihundido, título con el que esta pintura figura en el catálogo del Museo del Prado desde el año 1900, también se la conoce como Un perro o simplemente como El perro de Goya o El perro, nombre este último utilizado por el oscense Antonio Saura, que llegó a calificar este cuadro como “el más bello del mundo”.

Perro semihundido es una de las Pinturas negras de Goya, expuestas en el Museo del Prado. En su estado actual, es un cuadro muy austero, en el que destaca la cabeza de un perro escondida o hundida sobre un plano inclinado de ocre oscuro y un espacio vertical en ocre más claro, todo ello exento de cualquier otra figura. Es un perro solitario que mira hacia arriba, hacia el vacío, en una escena que acentúa la verticalidad del cuadro. Sobre esta obra se han lanzado diferentes interpretaciones, desde la insignificancia del ser vivo ante el espacio que le rodea, hasta que sea una pintura inacabada o a la que le faltan elementos que se perdieron cuando fue arrancada del revoco para ser traslada al lienzo por Salvador Martínez Cubelles y ser expuesta, junto al resto de las Pinturas negras, para su venta en la Exposición Universal de París de 1878. Adquiridas en su conjunto por el barón y banquero francés Émile d’Erlanger, al no atraer compradores, él mismo las donó, en 1881, al Museo del Prado, donde se encuentran actualmente.

El perro de Goya, litografía sobre papel continuo (1990). MUSEO DEL PRADO

La obra, tal y como se presenta en nuestros días, supondría una ruptura de las convenciones de representación pictórica, donde habría desaparecido desde la ilusión de perspectiva hasta el paisaje mismo. De esta forma, El perro de Goya sería una muestra de extrema libertad del tema en la pintura, un cuadro que, según los expertos, estaría prefigurando la abstracción y el surrealismo en pintura, como ya lo había hecho Goya con respecto a otras corrientes pictóricas de las vanguardias, como el impresionismo y el expresionismo.

Antonio Saura (Huesca 1930, Cuenca 1998), considerado uno de los principales representantes del expresionismo abstracto español y uno de los grandes artistas del siglo XX, es seguramente el pintor que más ha recreado, interpretado y actualizado esta obra de Goya. “A través de ella, ha creado el vacío, construido el espacio y ha logrado el hecho artístico en sí, expresando el miedo, la soledad, la admiración, la contemplación y la perplejidad sentida hacia el mundo que le rodea”, como se recordó en 1992 con motivo de la exposición organizada dentro del pabellón de Aragón en la Exposición Universal de Sevilla.

El perro de Goya fue una constante en la trayectoria creativa del artista oscense, desde la segunda mitad de los años cincuenta, hasta su fallecimiento. Un ejemplo es la subserie Cuatro retratos imaginarios de Goya, serigrafías sobre El perro de Goya que actualmente pueden verse en el Museo Reina Sofía y que realizó en 1972. En los fondos del Museo del Prado, hay también otra serie de litografías del mismo autor y que están dedicadas a esta obra. Realizadas en papel continuo, no están expuestas. Fue un encargo para la exposición temporal organizada por la pinacoteca en 1990 y que reunió a un centenar de grabados de 12 artistas contemporáneos (Miquel Barceló, Eduardo Chillida, Eduardo Arroyo, Antonio Saura…) a los que se les encargó la realización de cuatro estampas originales como cita, homenaje o interpelación al Prado y sus artistas.

Cuatro retratos imaginarios de Goya (1972), serigrafías de Antonio Saura. MUSEO REINA SOFÍA

La fascinación de Saura por El perro de Goya le llevó también a escribir un libro del mismo título (1992) en el que habla de sus reflexiones sobre este cuadro que tanto inspiró su trabajo como artista. “El perro de Goya es para mí el cuadro más bello del mundo. No hay tal perro, es el propio Goya que se asoma contemplando algo que está sucediendo. O quizá somos nosotros mismos”, asegura el pintor en este pequeño ensayo. Para Saura, la cabeza del perro asomándose es el retrato de la soledad de cada uno, remitiendo, en última estancia, al desasosiego vital y al existencialismo del sujeto contemporáneo.

El perro de Goya (1957-1992). Antonio Saura/Francisco Calvo Serraller. Editorial: Gobierno de Aragón, Zaragoza, 1992.

Entre la abstracción y lo figurativo

La exposición de Pepe Hidalgo en México incluye ocho lienzos de nueva creación dedicados a El perro de Goya y que ha agrupado bajo el título El perro de Goya sale a pasear. Y eso es lo que precisamente ocurre en las escenas que el pintor ha recreado siguiendo la estética y el estilo característicos de sus creaciones. El perro semihundido, solitario y de mirada perdida, es presentado en ambientes cotidianos y domésticos interpelando tanto a los personajes a los que acompaña como al espectador externo.

“Un propósito importante en mi trabajo es que pueda hablar por sí mismo. Cuando nos sentimos, miramos y escuchamos, a menudo encontramos significado y comprensión en lo que tenemos frente a nosotros”, explica el artista desde Vancouver. “Muchas de mis pinturas narran una historia, experiencia o pensamiento que quiero compartir con el público”, señala, a la vez que recuerda que, “así como cada individuo tiene su interpretación de los hechos, los espectadores tienen su propia interpretación en función de sus experiencias de vida”. La obra de Pepe Hidalgo es narrativa y abstracta, como queda patente en esta serie dedicada a El perro de Goya. “Para que una pintura sea narrativa, necesito incorporar elementos que el espectador pueda identificar; esto le permite participar en la narrativa de la pintura”, asegura.

Cada cuadro de la serie sitúa al espectador ante un entorno espacio-temporal diferente, interpelando al observador y provocando emociones que dejan una huella en el subconsciente. En una de las escenas, Pepe Hidalgo recrea y reinterpreta el ambiente y la esencia del cuadro original de Goya (El perro de Goya regresa a su cuadro y descansa), pero incorporando nuevos elementos. Sobre un fondo vertical, en el que también predominan los tonos ocres, el perro aparece desdoblado en dos secuencias y posturas que son antagónicas, pero que se complementan entre sí. El animal semihundido, expectante y solitario, asoma su cabeza y dirige la mirada hacia arriba, mientras que, en el plano inferior, el perro duerme enroscado sobre sí mismo, relajado y ajeno a todo lo que le rodea. Y lo hace acompañado del cordón/cable que está presente en la mayoría de las obras de Pepe Hidalgo. Este elemento misterioso, que se asemeja a un cordón umbilical, es una guía que conduce al artista hacia los terrenos y mundos desconocidos. “Representa la evolución y los estilos cambiantes, un símbolo propio que permite adoptar diferentes estilos y experimentar entre lo figurativo y lo abstracto. De hecho, he sido capaz de transformar mi estilo, pero he mantenido este cordón/cable como signo de identidad”, recuerda el pintor.

El perro de Goya regresa a su cuadro. PEPE HIDALGO

El perro de Goya visita a Picasso. PEPE HIDALGO

El perro de Goya defiende al papa Inocencio de Velázquez. PEPE HIDALGO

El cordón/cable emerge en otra de las obras de la serie El perro de Goya sale a pasear, en un cuadro en el que el animal, con la cabeza levantada, dirige una mirada de admiración hacia varios de los genios que han inspirado y marcado la personalidad y el estilo de Hidalgo como pintor. Que en un mismo lienzo aparezcan Goya y Picasso (El perro de Goya visita a Picasso) no es una casualidad, sino un reconocimiento a esa trayectoria y evolución artística. Goya comparece como observador de su propia obra en un retrato que conecta lo figurativo con el cubismo picassiano.

Más explícita resulta la admiración de Pepe Hidalgo hacia otra de sus referencias artísticas: Diego Velázquez. En esta ocasión, no recurre a Las meninas ni a Las hilanderas, sino que se fija en el retrato del papa Inocencio X (El perro de Goya defiende al Papa Inocencio de Velázquez), al que representa ladeado, en alerta y visiblemente inquieto, lejos de la posición serena y rotunda del original velazquiano. Un papa también desdoblado con un perfil oculto que surge en la sombra, un subconsciente que confronta con el perro de presa en actitud agresiva y en tensión, enseñando los dientes de forma hostil. El cuadro es una metáfora a las intrigas y los secretos que desde siempre han rodeado al poder papal.

El perro de Goya se convierte en mascota casera. PEPE HIDALGO

El perro de Goya corre la cortina para iluminar a la madre de James Abba. PEPE HIDALGO

Más costumbristas, si puede aplicarse este término para las obras de Pepe Hidalgo, son las otras cuatro pinturas de la serie, donde El perro de Goya pasea por ambientes más domésticos, evidenciando su naturaleza de animal de compañía, juguetón y alegre, como en la obra en la que está representado con una pata encima de la mesa y otra sujetando un bote de cristal mientras lame con fruición el azúcar derramado ante la mirada del dueño, en una mezcla de reprobación y complacencia (El perro de Goya se convierte en mascota casera). En otro escenario, el interior de una habitación, el perro trata de llamar la atención de su ama, una mujer de rasgos victorianos que se expone pensativa y ausente junto a una ventana (El perro de Goya corre la cortina para iluminar a la madre de James Abba).

En las tres pinturas restantes de la serie, tituladas El perro de Goya visita el MoMA, El perro de Goya observa un mural de los Reyes Católicos y El perro de Goya y la princesa Leonor se unen a la protesta, la abstracción predomina sobre lo figurativo y la interpretación de las escenas resulta más abierta para el espectador. Salvo el perro, el resto de elementos son menos identificables y definidos y están más próximos al universo de lo onírico y lo fantástico que al mundo real, aunque como él mismo explica, el lienzo dedicado a los Reyes Católicos es un guiño al pasado colonial, a la huella española en México, y el que muestra a Leonor vestida de menina está asociado a las acciones que la princesa ha protagonizado en la lucha contra el cambio climático.

El perro de Goya visita el MoMA. PEPE HIDALGO

El perro de Goya observa un mural de los Reyes Católicos. PEPE HIDALGO

El perro de Goya y la princesa Leonor se unen a la protesta. PEPE HIDALGO

“Mi pintura está abierta para que el espectador pueda penetrar en la obra de arte y sentirse como si fuera el propio creador”, asegura Pepe Hidalgo, que recuerda que en eso consiste precisamente el juego y el vínculo que quiere establecer con las personas que se paran delante de sus cuadros. “Mi objetivo es que la gente tenga una experiencia personal y única con mi arte, que le den su propio significado a la pintura”, afirma el artista.


Fuentes

Cuatro retratos imaginarios de Goya (1972), serigrafías de Antonio Saura. Museo Reina Sofía.

El perro de Goya, litografía sobre papel contino (1990). Museo del Prado.

El perro de Goya (1957-1992). Antonio Saura/Francisco Calvo Serraller. Editorial: Gobierno de Aragón, Zaragoza, 1992.

Perro semihundido. Wikipedia (https://es.wikipedia.org/wiki/Perro_semihundido).

Pepe Hidalgo, el pintor que viaja en el tiempo y el espacio. José Ventura Chavarría, El Pirineo Aragonés, 2021.

Pepe Hidalgo, seducido por las musas. José Ventura Chavarría, El Pirineo Aragonés, 2022.

Pepe Hidalgo web (www.pepehidalgo.com).

Ilustración del cortometraje Goya también pinta las paredes, en el que aparece dibujando Perro semihundido. FUNDACIÓN GOYA
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