Para ver este sitio web deber tener activado JavaScript en tu navegador. Haz click aqui para ver como activar Javascript

“¿Cómo afrontar la creciente ola de racismo y xenofobia en las sociedades avanzadas? Evidentemente, desde la educación, pero no solo”

Iniciativa contra el racismo en el fútbol europeo.

Los insultos racistas al futbolista del Real Madrid Vinícius Júnior, en un partido celebrado en el estadio del Valencia el pasado 21 de mayo, provocaron una reacción social en contra de las actitudes que desprecian o vejan a personas por el simple hecho de pertenecer a una raza distinta de la nuestra. Hubo tras el llamado caso Vinícius contundentes pronunciamientos contra esa conducta por parte de instituciones, medios de comunicación y personas de la vida pública. Pero esta vez los hechos del estadio de Mestalla, que alcanzaron resonancia mundial, sirvieron para abrir el debate sobre si la sociedad española es o no racista. En este artículo trataremos de aportar algunos argumentos para esa discusión.

Conviene recordar, en primer lugar, que los insultos al jugador brasileño del Real Madrid, a quien parte del público llamó “mono”, no eran, por desgracia, una novedad. En otros campos han abundado los gestos y los gritos humillantes contra futbolistas negros. Entonces también hubo condenas, aunque no sanciones, y a la indignación del primer momento siguió el olvido. Y hasta la siguiente. El caso del pasado mes de mayo alcanzó otra dimensión, entre otras cosas, porque el presidente de Brasil, Lula da Silva, lo señaló como una actitud intolerable y pidió una reacción a las autoridades españolas.

En segundo término, parece una realidad que el fútbol, como espectáculo de masas global, se ha convertido en vehículo de valores negativos: racismo, machismo, homofobia, xenofobia, violencia, etcétera. El ambiente gregario que se vive en las gradas de los estadios propicia esas actitudes primarias en personas que, observadas de forma individual, no tendrían conductas de esa índole.

¿Podemos concluir, entonces, que el racismo en España se concentra en la actuación de unos grupos radicales que van al fútbol? Rotundamente, no. Pese a que España lleva fama de ser un país tolerante con la diversidad, que ha sabido integrar relativamente a los millones de inmigrantes que han llegado en las últimas décadas, lo cierto es que en nuestra sociedad existen comportamientos racistas, aunque pocas veces tengan el clásico sesgo de superioridad biológica plasmado en llamar “mono” a un hombre negro.

Porque el racismo de las sociedades occidentales en el siglo XXI es muy distinto al que vemos en las clásicas películas sobre la esclavitud de un lejano pasado. Ahora lo que impera es el miedo al diferente. De ahí surge algo que podríamos llamar un racismo de baja intensidad, pero no por ello menos real o peligroso, que se expresa de muy distintas formas. Por ejemplo, SOS Racismo denunciaba hace unos meses, con datos referidos a Cataluña, que las identificaciones policiales a extranjeros triplican a las realizadas a españoles. Es decir, la raza se convierte en un indicio de sospecha. Otro ejemplo: existe un llamado racismo inmobiliario por el que personas física y culturalmente diferentes a nosotros tienen más dificultades para alquilar una vivienda. Son dos muestras de discriminación racial que tienen escaso eco en los medios y en el debate público, seguramente porque las personas afectadas no tienen el brillo de un futbolista de primer nivel.

Finalmente, es constatable, a la vista de los datos de todo tipo de encuestas, que en las sociedades europeas crece la sensación de que los extranjeros (los pobres, claro) vienen a disputar con nosotros ciertas ventajas sociales, tales como el uso de la sanidad pública, ayudas al transporte, acceso a viviendas de protección oficial, enseñanza gratuita, etcétera. Eso ha favorecido determinados discursos políticos de éxito que presentan a los extranjeros, especialmente a los de otras razas y culturas, como un peligro para las viejas naciones europeas. Las formas extremas en las que se manifiesta ese pensamiento son los discursos de odio y las agresiones físicas a personas negras, magrebís u orientales, como las que de vez en cuando ocurren en vagones de metro de grandes ciudades. Algo que también sucede, por otra parte, a causa de la orientación sexual.

¿Cómo afrontar la creciente ola de racismo y xenofobia en las sociedades avanzadas? Evidentemente, desde la educación, pero no solo. Porque también las redes sociales, el cine, la literatura, la música, las series, etcétera, pueden actuar contra el racismo. Cabría reclamar, asimismo, a los poderes políticos y a los medios de comunicación una actitud más decidida contra la intolerancia. Y al conjunto de la sociedad un rechazo enérgico de ese racismo de baja intensidad que se manifiesta cuando llamamos panchitos o sudacas a los hispanoamericanos, cuando aireamos que la mayoría de casos de violencia contra las mujeres son obra de extranjeros o cuando asociamos la creciente actividad comercial de los chinos con un peligro amarillo que nos acecha.

Firmado: COLECTIVO PENSAMOS
No hay comentarios todavía

Los comentarios están cerrados