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Iván Seral y los jóvenes actores que representaron la obra en el Palacio de Congresos de Jaca coincidiendo con la Semana Santa. SE

Alejandro Dumas hijo escribió La dama de las camelias con apenas veintitrés años. “Como todavía no tengo edad para inventar, me limito a relatar”, son palabras del autor que aparecen en el prólogo de mi edición. Creo que el principal error de los jóvenes escritores es la pretenciosidad. Hace un tiempo un joven amigo de cuyo nombre no quiero acordarme me trajo una novela que al fin había terminado tras un año de escritura. Aquello resultaba patético; ¿cómo se puede hacer una novela histórica sin saber de historia?, ¿podía una asistenta española del siglo diecinueve leer a Goethe?

El jacetano Iván Seral López llevó el sábado ocho de abril a su ciudad natal a una treintena de jóvenes de diferentes provincias de España para representar El dueño de la felicidad, obra escrita y dirigida por él.

La inquietante lucidez con la que nos atizó recibió el aplauso de todo el auditorio. El autor, que tiene veinte años, logró lo más difícil de hacer en un teatro: no aburrir, hacer reír y hacer llorar.

Cinco especialistas de las diferentes ramas del conocimiento humano se proponen crear al individuo más feliz del mundo. El proceso es televisado y vemos cómo se sigue desde un bar de pueblo donde la camarera despotrica sobre todo o desde el salón donde una joven va comentando el programa junto a su abuela. Iván Seral expone un fiel retrato de nuestra sociedad: ridiculiza la ideologización iletrada de los jóvenes, los viajes en los que solamente se ve aquello que se puede comprar, la sangría económica que supone para los padres que sus hijos vayan a la universidad y… pareciendo seguir al filósofo asturiano Gustavo Bueno, la felicidad, el gran mito de nuestro tiempo.

Al finalizar, habiendo logrado poner en pie a gran parte de los espectadores del Palacio de Congresos, explicó al público la odisea que había supuesto para el grupo representar la obra en Jaca. Señalando con nombre y apellidos a los políticos allí presentes y recordándoles la gran responsabilidad que supone gestionar el dinero de los demás.

Esto último ha actuado en Jaca estas últimas semanas como lo hizo en España el hijo-nieto de Ana Obregón. Algunos creen que tras ese reproche público el resultado de las elecciones municipales para las que quedan unos días será distinto. Yo me pregunto qué pasaría si todos exigiéramos a nuestros políticos, como el joven jacetano, no ya que realicen labores extraordinarias, sino que simplemente hagan las que le son propias.

Debo decirles que aquellos que critican su valiente gesto que, efectivamente, algunos sí tienen los políticos que se merecen. Señalar no implica una mala educación. Señalar en una democracia es imprescindible.

Firmado: JAVIER CABRERIZO DANIEL (Ballobar, Huesca)
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