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Estación de esquí de Candanchú el pasado mes de julio. EL PIRINEO ARAGONÉS

Pocas veces deslindaré la Jacetania del Alto Gállego para tratar de muchas cosas. La evidencia de que las dos comarcas ocupan un territorio cotidianamente compartido me empuja siempre a unir sus intereses a ese espacio que algunos llamamos “El Viejo Aragón”, con su potencia política multiplicada exponencialmente para construirse y reivindicarse. Como ejemplo de las empresas e instituciones que actúan en las dos comarcas destaca Adecuara –Asociación para el Desarrollo de la Cuna de Aragón, con sede en Sabiñánigo–, en la que participan “todas las entidades públicas de la Jacetania y el Alto Gállego, así como el tejido económico y social representado por más de 80 entidades, entre cooperativas y sociedades agrarias, asociaciones y otros”, según extraigo de Internet. En esta ocasión, sin embargo, el gravísimo problema creado en la estación de esquí de Candanchú por el anunciado abandono por la empresa propietaria, me obliga a referirme especialmente al valle del Aragón y a la Jacetania sin dejar de señalar algunas implicaciones negativas del temido cierre para la comarca y agradecer sus testimonios de apoyo.

Con lo que paso a referirme a cuestiones relacionadas con el cierre dando por hecho que habrá una solución provisional para la próxima temporada. Los alcaldes del valle proponen una prestación de servicios similar a la de 2012, cuando Aramón –empresa participada en exclusiva por Ibercaja y la DGA– se hizo cargo provisionalmente de gestionar la estación, según titular reciente en Heraldo. Sin embargo, las también recientes declaraciones del Gobierno aragonés no son muy alentadoras para una solución definitiva al descartar a priori la adquisición de Candanchú, considerando “inviable que Aramón, imposibilitada por razones financieras, se quede la estación” y advirtiendo, además, que si se plantean inversiones con el respaldo de fondos europeos que garanticen su continuidad, este respaldo “se ampliaría a otras estaciones”. En positivo, se apuntó al menos esta posibilidad para hacer viable la estación. En las mismas declaraciones –sigo citando a la prensa aragonesa– se quiso despejar “cualquier duda sobre la implicación autonómica con el sector de la nieve que, a través de Aramón, es la que más ha invertido de España, liderando el sector en Aragón al ostentar la propiedad de los complejos de Formigal, Panticosa, Cerler, Javalambre y Valdelinares”. Sorprende que se presuma de ello en esta coyuntura sin percibir el grave agravio comparativo al que se prestan.

Por otra parte, las pérdidas en el último ejercicio, según la empresa, han sido de 2,2 millones, como consecuencia, según dicen, de las restricciones a la movilidad por la covid que impidieron abrir parte de temporada. Cifra que permitiría aspirar a ventajas y apoyos similares a los obtenidos por los sectores hotelero y de ocio, pero que no justifica la pretensión de, amenazando con el cierre, continuar con la propiedad a costa de los bolsillos de los contribuyentes. Cabe calcular que, sin el nivel de riesgo sanitario de la pasada temporada, la próxima pueda producir beneficios.

Como me propongo desgranar en un próximo artículo algunas de las principales acciones que servirían para una solución definitiva, y adelantando que la DGA e Ibercaja –cuyos beneficios se han duplicado en el primer trimestre de este año–, deben contribuir especialmente a salvar la próxima temporada y a la solución definitiva, me despido hasta entonces. De momento he tratado solo de dar razones para exigir una solución sin miramientos.

Firmado: CARLOS GARCÍA MARTÍNEZ
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