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Si hay un paso venerado por todos los jacetanos por igual durante la Semana Santa, ese es el Cristo de la Salud, popularmente conocido como el Cristo de Biscós o Cristo de la Catedral, una preciosa obra escultórica tallada en madera que el canónigo Victoriano Biscós, gran defensor de las tradiciones jaquesas, donó a la catedral a finales del siglo XIX. Desde hace más de cincuenta años, el Cabildo Catedral lo cede a la Real Hermandad de la Sangre de Cristo para las procesiones del Silencio y del Santo Entierro.

La procesión del Martes Santo estuvo condicionada por la lluvia, que puso fin a las dos espléndidas jornadas anteriores, en las que los actos de la Semana Santa brillaron especialmente y resultaron animados y concurridos. “Se apuró hasta última hora y estuvo a punto de suspenderse”, explicaron los hermanos de la Sangre de Cristo al concluir el recorrido. De hecho, la Hermandad de Nuestra Señora de la Piedad y el Descendimiento optó finalmente por no salir, para no poner en riesgo el manto de la Virgen. Fue una comitiva pequeña, “de circunstancias”, que contó con la participación del obispo de Jaca, Julián Ruiz, el alcalde de Jaca, Juan Manuel Ramón, y la Guarnición Militar de Jaca, nombrada Hermano Mayor Honorario de la Real Hermandad de la Sangre de Cristo en el año 1968.

Fotografías de MIGUEL RAMÓN HENARES.

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