Resulta muy difícil de evitar en una sociedad como la nuestra, el poder sobre un territorio pequeño y sin una contestación real acaba por degenerar en malos hábitos (y mucho más si lleva ejerciéndose durante décadas por grupos muy afines entre sí). Es más, hasta podemos entender que así haya podido ser y que, incluso, continúe siéndolo; pero resulta buenísimo para la sociedad afectada el plantar cara, y para eso las instituciones como el Consejo de Trasparencia de Aragón, están demostrando que, aunque pueden parecernos lentas (las cosas de palacio van despacio, ya se sabe), cuando finalmente intervienen lo hacen desde una solidez jurídica impresionante.
