Hubo un tiempo en que Jaca estuvo ceñida por un cinturón de piedra. Murallas altas y gruesas recorrían su perímetro con 1.828 m de longitud, custodiadas por veintitrés torreones de planta prismática y ocho puertas estratégicamente situadas. Hoy, de aquel formidable recinto defensivo apenas queda en pie un pequeño tramo junto al convento de las benedictinas, pero sus huellas siguen vivas bajo los pasos de quienes caminan por el casco antiguo.
