El 25 de junio volvió a ser uno de esos días en que la ciudad de Jaca se detiene para mirar a su pasado, abrazar el presente y renovar una promesa que se repite desde hace siglos: la de acompañar, con todos los honores, el cuerpo de santa Orosia por las calles del casco antiguo. El tañido constante de las campanas, el chocar de los palos y el repiqueteo de las castañuelas marcaron el ritmo de la mañana, iluminada por un sol firme, aunque más benévolo que en jornadas precedentes. Las altas temperaturas de días atrás dieron una tregua y permitieron que la procesión transcurriera con el boato, la serenidad y el fervor que merece el día grande de las fiestas patronales de Jaca.