«Tras un proceso largo y cuidadoso de discernimiento, hemos entendido que ésta es la única manera de lograr un entorno propicio para continuar con nuestra vida monástica siempre fieles al carisma benedictino»

Monasterio de las Benedictinas. EL PIRINEO ARAGONÉS
Queridos amigos y vecinos de Jaca:
Todos vosotros habéis experimentado que, en la vida personal y familiar, a veces debemos tomar decisiones difíciles, incluso dolorosas, que vienen impuestas por las circunstancias. En nuestro caso, y dada la situación actual de nuestra Comunidad, hemos llegado a un momento que nunca habríamos querido imaginar.
En la década de los años 60 del siglo XX éramos 24 monjas, la mayoría jóvenes de 20 a 30 años, pero hoy el escenario es muy diferente ya que nuestra comunidad está formada por 7 monjas (6 de edades avanzadas) y varias de nosotras con serios problemas de salud. Por ello, hemos tomado la difícil decisión de realizar una fusión que nos lleva a trasladar nuestra residencia a otro monasterio benedictino. Un convento con una forma de vida similar a la nuestra con la esperanza de revitalizar la vida en común y la espiritualidad. En la nueva residencia estamos seguras de que podremos seguir desarrollando una vida monástica más acorde a nuestra situación, más plena y enriquecedora, y rodeadas de hermanas del mismo carisma benedictino que aportarán vitalidad tanto a nuestra vida humana como espiritual.
Esta decisión no ha sido fácil y la hemos tomado después de un largo período que comenzó hace dos años cuando intentamos que otra comunidad viniera a vivir a nuestra Casa de las Benitas en Jaca. Sin embargo, ese camino se truncó, y ahora, tras un proceso largo y cuidadoso de discernimiento, hemos entendido que esta es la única manera de lograr un entorno propicio para continuar con nuestra vida monástica siempre fieles al carisma benedictino.
Lo más doloroso es tener que dejar nuestras raíces en Santa Cruz de la Serós, nuestra casa y, sobre todo, nuestra querida ciudad de Jaca de la que somos vecinas desde 1555. Nos duele profundamente despedirnos de las personas con las que hemos convivido, de los amigos, de los trabajadores y de los fieles colaboradores del monasterio. Ellos forman ya parte de nuestra familia benedictina. Pero sabemos que este camino doloroso de despedida es necesario para alcanzar, con la intercesión de la Santísima Virgen de la Alegría de la Pascua, una nueva etapa llena de esperanza.
A lo largo de los años, hemos compartido con todos vosotros muchas vivencias: el colegio, el internado, la hospedería de verano, el trabajo en el taller de encuadernación… Pero, más allá de las actividades concretas, todos estos momentos han creado vínculos profundos con las personas y con la ciudad de Jaca. Lazos de comunión y amistad que no se romperán, aunque se cierre la puerta del Monasterio de las Benitas.
De hecho, y aunque no todas las monjas que hemos formado la comunidad en estos siglos éramos nacidas en Jaca, siempre nos hemos sentido jaquesas de corazón. Y así nos lo habéis hecho sentir vosotros al hacernos partícipes de los acontecimientos más importantes y compartiendo con nosotras las fiestas más tradicionales y religiosas, integrándonos con ello plenamente en la vida de la ciudad. En 2014, recibimos con mucho agradecimiento el reconocimiento de la Ciudad de Jaca al concedernos el título de “Sueldo Jaqués”. Este honor lo guardaremos con orgullo en nuestro corazón y en nuestra memoria.
Siempre os hemos tenido presentes en nuestras oraciones, tanto en los momentos de alegría como en los de dolor, y hemos procurado transmitir el lema benedictino de oración y trabajo, que fomenta la paz y la armonía en la vida personal y social. A partir del próximo mes de mayo, desde el monasterio benedictino en Alba de Tormes (Salamanca), seguiremos compartiendo con vosotros nuestra vida y oraciones.
Por último, queremos daros las gracias por vuestro afecto y cercanía y que disculpéis nuestros fallos o deficiencias. Os aseguramos que seguiremos con interés los ecos de vuestra vida y el desarrollo de los acontecimientos de la Ciudad y cada Primer Viernes de Mayo, seguiremos cantando el himno, como tantas veces lo hicimos en el interior de nuestra casa, porque sentimos que en vuestros corazones la memoria de las Benitas permanecerá, para siempre, «A la sombra del Monte Oroel».
Con gratitud y afecto,