«Pensamos que es necesario que se abra en el Pirineo un gran debate sobre el futuro posible más allá del esquí»

Estación de Aramón Formigal-Panticosa durante este último fin de semana, en una imagen proporcionada por este centro invernal.
Un informe de la prestigiosa Fundación Ecología y Desarrollo (Ecodes) publicado en febrero de este año señala que las estaciones de esquí aragonesas pueden dejar de ser viables en 2050 debido a la falta de nieve provocada por el calentamiento global. Según ese estudio, la altura mínima en la que puede confiarse que haya nieve natural subirá entre 400 y 600 metros en las próximas décadas, con lo que nuestros centros invernales quedarán irremediablemente mermados, sin que la innivación artificial mediante cañones pueda suplir la falta de precipitaciones.
El mundo de la nieve se ha convertido desde hace bastante tiempo en uno de los motores económicos de los valles pirenaicos. El auge del turismo de invierno, el aumento de las segundas residencias, la proliferación de empresas de servicios y la fijación de población joven, son algunos de los beneficios aportados por dicho sector. Sin embargo, hace ya años que las compañías privadas han desertado de las grandes inversiones en estaciones de esquí (con la excepción de la empresa semipública Aramón), de manera que los proyectos de innivación artificial o de nuevos remontes son costeados íntegramente por la DGA con recursos públicos, a veces complementados por fondos europeos.
Comarcas como la Jacetania o el Alto Gállego seguirán sin duda beneficiándose del turismo (de invierno y de verano) en las próximas décadas. El paisaje, las prácticas deportivas alternativas, la desestacionalización del ocio, la oferta cultural y gastronómica, la calidad medioambiental, el clima y elementos inmateriales como la tranquilidad o la seguridad, son factores que contribuirán a que los impactos de la escasez de precipitaciones se vean atemperados. Ahora bien, tanto las administraciones como las empresas deberían orientar sus planes de futuro atendiendo a esa nueva realidad que muestran tozudamente los datos científicos sobre la subida media de las temperaturas. Esconder la cabeza como los avestruces no es alternativa.
¿Serán suficientes las indudables fortalezas de este territorio para compensar los efectos de la falta de nieve? En nuestra opinión, solo si se superan visiones cortoplacistas podrán elaborarse nuevas estrategias que beneficien al conjunto de la población. Proponemos a continuación algunas líneas de trabajo en esa dirección. En primer lugar, es necesaria una mayor coordinación entre instituciones (DGA, DPH, comarcas y ayuntamientos) para que las iniciativas, ahora muy dispersas, tengan mayor impacto. Actualmente, según han señalado técnicos y políticos consultados para este artículo, no hay ninguna planificación a largo plazo. Una ley integral de territorios de montaña, que estableciera con claridad y concisión los usos de los recursos, podría ser un buen punto de partida.
En segundo término, deberían valorarse las inversiones en el sector del esquí teniendo en cuenta el futuro que se avecina.
En tercer lugar, sería imprescindible perfeccionar las infraestructuras turísticas: aparcamientos, transporte público con mayores frecuencias en los valles y posibilidad de transportar bicis o esquís, señalización atractiva y precisa de senderos, promoción de rutas culturales o paisajísticas, impulso a las nuevas modalidades deportivas en la montaña, etcétera.
Para evitar, no obstante, que el turismo se convierta en un monocultivo de nuestras comarcas, cabría mejorar las condiciones que permitan fomentar el teletrabajo y favorecer aquí la formación de jóvenes en oficios acordes con las necesidades de una moderna sociedad de servicios. Sabemos que faltan camareros, cocineros y guías turísticos convenientemente preparados. Pero también escasean electricistas, fontaneros o mecánicos, por lo que convendría diseñar cursos de formación o perfeccionamiento en todos esos sectores. Finalmente, una oferta cultural potente (festivales de música, museos, ciclos o temporadas de teatro de reconocida calidad, exposiciones) sería también un atractivo tanto para los visitantes como para quienes optan por quedarse a vivir en estos valles.
En conclusión, pensamos que es necesario que se abra en el Pirineo un gran debate sobre el futuro posible más allá del esquí. Reinventar un modelo económico y una nueva oferta de ocio es un objetivo de gran complejidad. Pero solo si lo abordamos desde una perspectiva de conservación y respeto por el medio ambiente podremos garantizar en nuestra tierra un porvenir sostenible y atractivo para las nuevas generaciones.