
The Brutalist (2024)
Duración: 215 min. País: Estados Unidos. Dirección: Brady Corbet. Guion: Brady Corbet, Mona Fastvold. Reparto: Adrien Brody, Felicity Jones, Guy Pearce, Joe Alwyn, Raffey Cassidy, Stacy Martin, Isaach De Bankholé, Alessandro Nivola. Música: Daniel Blumberg. Fotografía: Lol Crawley. Productoras:Brookstreet Pictures, Carte Blanche, Andrew Lauren Productions (ALP), Intake Films, Killer Films, Yellow Bear Films, Protagonist. Distribuidora: Focus Features, A24.
Estamos ante la película del año, según la crítica especializada. Pero el público, que puede juzgar sin prejuicios, y sin ínfulas de creerse que sabe más del mundo cinematográfico que nadie, ni situarse en ningún pedestal sobre el que emitir juicios, ha expuesto su opinión sin complejos: “película sobrevalorada”.
Entendemos que los críticos cinematográficos ven en este film un cine de otra época, épico, con numerosas reminiscencias al cine clásico, la mayoría realizado en blanco y negro, al que aluden para poder emitir sus opiniones. Pero el público de ahora, que también ha visto mucho cine, y que posee una opinión más cercana a los estándares actuales, que solo pretende que le cuenten una buena historia, y que sea entretenida, puede que no desee grandes alardes, ni tanta retórica, ni tener que haber visto miles de films para poder apreciar lo que están viendo en una sala de proyección.
Podemos comprender que los críticos de cine, pueden ver en The Brutalist las grandes producciones de antaño, y que se rindan ante un director que se atreve a filmar más de tres horas de metraje, en 70 mm, y Vistavision, ignorando los avances técnicos que poseemos en estos tiempos. Hasta la Academia de Hollywood ha sucumbido ante el director Brady Corbet, que ha recibido 10 nominaciones. Algo que sabremos el 2 de marzo en la ceremonia de los Oscar, que ha quedado pospuesta por los incendios de Los Ángeles.
Desde nuestro punto de vista, esta película contiene mucho cine, rememorando la épica que ya poseían El Padrino o Érase una vez en América. Una trama que gira en torno a la figura del visionario arquitecto László Toth, que llega a Estados Unidos para reconstruir su vida, su obra y su matrimonio con su esposa Erzsébet tras verse obligados a separarse durante la guerra a causa de los cambios de fronteras y regímenes. Solo, y en un nuevo país totalmente desconocido para él, László se establece en Pensilvania, donde el adinerado y prominente empresario industrial Harrison Lee Van Buren reconoce su talento para la arquitectura.
Todo va bien en la narración, hasta que, en el segundo acto, se produce un giro argumental que hace pensar que no tiene nada que ver con el primero, y que pudiera ser bastante discutible, porque todo pierde fuerza, y parece que no avanzamos. Es interesante cómo nos muestra que el sueño americano nunca fue fácil, o simplemente fue un espejismo, y posee más crítica hacia ese ideal que intentarlo ensalzar.
Excelente fotografía, sonido, banda sonora, vestuario y un montaje bastante arriesgado. Pero, todo ello no es suficiente, sobre todo cuando tenemos en nuestra mente al maestro John Ford con Las uvas de la ira o la trilogía antes mencionada de El Padrino, que deja a esta producción mal parada ante esa comparación. En el reparto, Adrien Brody nos recuerda demasiado a su otra interpretación en El Pianista, aunque ciertamente reconocemos el mérito y esfuerzo que Brody ha desempeñado en su interpretación. Creemos que su antagonista Guy Pearce, como el mecenas del arquitecto es más contundente y certero. Sin embargo, ambos son más que posibles ganadores de la codiciada estatuilla, sobre todo por no haber rivales a la altura en el resto de producciones.
Este es un film que dejaremos a nuestros lectores que emitan el último juicio, y puedan decidir libremente su valoración sin que intentemos condicionarla.