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David Lynch ha sido uno de los directores de cine más inclasificables de todos los tiempos. Ha fallecido a los 78 años, dejando un profundo vacío en todos los que amamos el séptimo arte. Comenzó en los años 70 del pasado siglo, como pintor, realizando algunos cortometrajes de animación. Pero fue en 1977 cuando estrena su primer film, Cabeza Borradora(Eraserhead).

En su opera prima, retrata el pánico de un hombre ante la vida conyugal, y, sobre todo, ante el hecho irreversible de ser padre. Nos narra cómo va surgiendo la claustrofobia vital de lo puramente cotidiano. Como curiosidad, añadiremos que le llevó cinco años de grabación y producción. Esta película contenía ya muchos de los patrones obsesivos de Lynch: seres monstruosos, habitaciones con suelo ajedrezado, confusión entre realidad y sueño… También se notaba la clara influencia de otro gran cineasta, Jean Cocteau.

Eraserhead atrajo la atención del productor Mel Brooks, quien contrató a Lynch para dirigir la película de 1980, El hombre elefante. Biopic inspirado en Joseph Merrick, un hombre inglés de clase baja, con terribles malformaciones físicas, que vivió a finales del siglo XIX.

Drama sobre un ser humano utilizado como fenómeno de feria, que se convirtió en un ejemplo de superación. Todo ello, adornado con la atmósfera y el tinte surrealista de Lynch, en el film más convencional de los que rodó.

En 1984, adaptó Dune, la aclamada novela de ciencia ficción de Frank Herbert, que después revisaría Dennis Villeneuve. No tuvo éxito en taquilla ni la crítica en su momento comentó nada positivo; pero, con el paso del tiempo, se convirtió en una de esas películas de culto, que muchos redescubrimos más tarde.

Sin embargo, en 1986, con Terciopelo azul, un aterrador viaje infernal y psicosexual, obtuvo todos los reconocimientos posibles, incluso el Premio a la Mejor Película en el Festival de Sitges. Eso sí, el Oscar de Hollywood nunca llegaría. Ni con Corazón salvaje (1990), que recibió la Palma de Oro del Festival de Cannes. No obstante, este director fue el pionero de las series televisivas de máxima audiencia, como Twin Peaks, cuando medio mundo estuvo determinando “quién mató a Laura Palmer”. Esta serie influyó en muchas otras: Mad Men, Perdidos o en la genial Breaking Bad.

Sus dos mejores producciones llegarían con Mulholland Drive, premio al Mejor Director en Cannes, el año 2001, considerada la mejor película del siglo XXI para la revista Sight and Sound. Y también Inland Empire (2006). No poseyó una carrera fílmica extensa, aunque sí muy intensa y estudiada, sin perder su personalidad y sus tópicos oníricos.

La Academia de Hollywood, en 2020, se rindió finalmente a Lynch concediéndole el Oscar Honorífico por su carrera. En algunas universidades de cinematografía, incluso existe una asignatura con su nombre, como muestra de respeto hacia su obra, digna de ser analizada. Siempre mostró su máxima admiración por directores como Akira Kurosawa, Fellini, Billy Wilder o Stanley Kubrick, y también hacia la literatura de Kafka. Sirva esta reseña para mostrar la máxima admiración que tenemos hacia su obra, y para que quienes no han contemplado su cine, puedan acercarse a él, para admirar un estilo que ya no sería posible, por considerarse políticamente incorrecto, o por no poseer los criterios estéticos actuales, ni la excesiva y actual facilidad de comprensión.

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