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50 AÑOS

Enero 1975

Vista de Canfranc Estación en una postal de la época. EL PIRINEO ARAGONÉS

Allá arriba, en plena explosión blanca de la Naturaleza, cortando en dos la tarta pirenaica, yace para los restos una de las realidades más injustamente olvidadas por la política de comunicaciones: el ferrocarril de Canfranc. Habrá quien diga que el Canfranc es una especie de Guadiana férreo que aparece y desaparece media docena de veces al año. Pero esto ya no sirve, suponiendo que sirviera algún día. Ha llegado la hora, ineludiblemente, de que la Renfe afronte seriamente el problema de potenciar al máximo esta tercera vía de penetración, ante una serie abrumadora de razones que vamos a exponer, aun sucintamente, y ante el hecho comprobable de que las otras dos únicas salidas de España con el exterior –Irún y Port-Bou— se hallan saturadas hasta un grado máximo.
Las comunicaciones con Francia son insuficientes y laterales.

A la vista del creciente tráfico existe la idea de construir unas nuevas instalaciones ferroviarias varios kilómetros más abajo de Port-Bou, concretamente en el Ampurdán, que activarán el atasco. En estos momentos, Port-Bou apenas puede hacer frente a la importación y exportación de mercancías, más el tráfico de viajeros; hace poco decía la Cámara de Comercio de Gerona que “el desarrollo excepcional de los transportes con destino a España en los últimos meses ha conducido a un embotellamiento que ha obligado a adoptar medidas excepcionales para el envío de vagones hasta la frontera franco-española”. No es eso lo malo. Lo peor es que las demoras en el tráfico sufren una penalización diaria, para un vagón, de unas 350 pesetas; para el segundo día representa el doble, más las 350 pesetas primarias, y así suma y sigue. Algunos vagones se ven obligados a esperar turno más de diez días, con el consiguiente retraso, además, en la distribución de la mercancía, deficiencias crecientes de la estación internacional, etcétera.

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