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“Debemos asumir que estamos en un nuevo mundo y que esta gran infraestructura hidráulica forma parte del esquema de uno viejo que ya no existe”

Obras del recrecimiento del embalse de Yesa en una imagen de archivo proporcionada por Miguel Santamaría.

Desde que el pasado 29 de octubre una DANA, de características especialmente devastadoras, se abatiera sobre gran parte de la Comunidad Valenciana no dejan de aparecer valoraciones sobre la respuesta política dada, la magnitud de la tragedia o el drama humano generado, con pérdidas millonarias y cientos de víctimas mortales.

Desde la Asociación Río Aragón contra el recrecimiento de Yesa, queremos mostrar nuestro apoyo y solidaridad a todo el pueblo valenciano y, en particular, a quienes han perdido a algunos de sus familiares. Dicho lo anterior, es hora de abordar de forma decidida las causas de este drama y sobre todo la puesta en marcha de medidas para paliar, sino evitar, algo similar a futuro. Para ello, es esencial entender que en lo referente al clima y sus derivadas el mundo está cambiando de forma decisiva y que, para este nuevo ciclo histórico, las soluciones que funcionaron en el viejo mundo han quedado obsoletas.

En este contexto, resulta inevitable volver la mirada hacia una infraestructura como es el recrecimiento de Yesa. Una obra fuertemente contestada desde su nacimiento, por razones medioambientales, económicas o sociales pero que, sobre todo, se ha convertido en un grave problema de seguridad, ante el cual los nuevos fenómenos, como las DANAS, no hacen sino aumentar el potencial de peligrosidad de forma exponencial.

En el año 2012 como consecuencia, entre otras razones y según la CHE [Confederación Hidrográfica del Ebro], de unas importantes precipitaciones en otoño (las aportaciones llegaron a los 115 l/m2) se tuvieron que desalojar, expropiar y demoler dos urbanizaciones de Yesa. Los causantes fueron los deslizamientos que se produjeron en la ladera derecha, que llegaron a levantar la cimentación de la propia presa. Desde entonces, los impulsores de la obra se han gastado casi 100 millones de euros en intentar estabilizar dichas laderas, pero la realidad es que, a fecha de hoy, no han podido garantizar su estabilidad definitiva. Además, se están planteando el cambio de ubicación y tipo de aliviaderos pues resultaron afectados durante aquellos episodios.

Hoy constatamos que las nuevas DANAS están aportando datos de precipitaciones (hasta casi 600 l/m2) que dejan cortas las estimaciones que hasta hace pocos años resultaron más o menos fiables. Sin embargo, el recrecimiento de Yesa, que es una obra planeada desde criterios obsoletos pero amparada por la prepotencia ingenieril y los intereses económicos inmediatos de algunos sectores privilegiados, parece continuar su dinámica de patada hacia adelante sin ninguna reflexión sosegada sobre lo peligroso de su implementación real. Y lo que es más importante, planteando los embalses como la alternativa esencial para el control de avenidas, a la par que se desprecian las medidas de recuperación de dominios hidráulicos para el río o la limitación de actividades en zonas de inundación que, a la vista de los hechos, cada día resultarán más frecuentes. Frente al cambio climático y sus consecuencias no vale la articulación de medidas de oposición frontal a base de hormigón, sino adaptar nuestras actividades humanas a los flujos de la naturaleza cambiante.

No hay que hacer muchos estudios para darse cuenta que, a fecha de hoy, un embalse de Yesa recrecido y casi lleno, con unas precipitaciones similares a las que se han producido en Valencia y con unos aliviaderos de capacidad limitada que solo podrían desalojar hasta 1.495 m3/sg como máximo, podrían haber generado una auténtica bomba, con efectos devastadores aguas abajo de la presa o en el pueblo de Sigüés, que estaría bajo un muro cuyo diseño genera incertidumbres más que fundadas. Un pueblo, además, que tendrá que bombear todos los excesos de aporte o vertidos en su casco urbano con un sistema de bombas que, de quedar inutilizadas o sin energía, podrían generar problemas hoy por hoy ni siquiera previstos.

Ahora más que nunca, por prudencia, seguridad y racionalidad exigimos detener el irracional recrecimiento de Yesa, propio de un mundo que ya no existe. No aceptar que un nuevo mundo ha llegado para quedarse, en lo que al clima y la hidrología se refiere, es asegurar que mañana tengamos que lamentar desgracias como la que hoy están sufriendo decenas de pueblos aragoneses, castellanos, catalanes y especialmente valencianos. Pueblos que, seguro, también tendrán que reflexionar, para corregir tantos atentados cometidos contra la ordenación del territorio sostenible y que ponga en el centro la vida de las personas y no los negocios de algunos.

Como en tantas cosas del desarrollismo desbocado que están llevando al planeta a una situación insostenible, también en Yesa es imperativo abordar una retirada estratégica a tiempo.

Firmado: ASOCIACIÓN RÍO ARAGÓN
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