“La estrategia en la prevención en zonas de montaña debería basarse en la eficacia y eficiencia de sus acciones y, para ello, debe contar con indicadores y/o mecanismo para medir y revisar los resultados de dicha estrategia y, en su caso, establecer las medidas de corrección adecuadas, algo de lo que actualmente carece”
Senderistas por e valle de Aguas Tuertas, en el Parque Natural de Los Valles Occidentales. EL PIRINEO ARAGONÉS
Sabemos que “lo que no se mide, no existe y no se puede mejorar. Lo que no se mejora, se degrada siempre”. El concepto de Cultura Preventiva no es nuevo. La investigación del accidente de Chernobil fue su origen en 1986. Es ineficaz tratar de implantar un modelo de Cultura Preventiva y desarrollar herramientas para avanzar en la gestión preventiva, sin medir previamente en qué situación estamos. La escalera de Parker es uno de los modelos más utilizados.
El primer nivel es el Patológico cuando no hay interés en la prevención ni implicación alguna con la seguridad. El siguiente el Reactivo, cuando se da respuesta solo ante los accidentes y se actúa a la defensiva y con falta de previsión o planificación. En el nivel Calculador la prevención es percibida como un “problema” solo de algunos (los técnicos de seguridad) y no está integrada en todos los estamentos de la organización.
Son en los siguientes niveles donde reside el salto cualitativo en seguridad y las verdaderas mejoras. En el nivel Proactivo la organización se involucra de forma activa e integra la seguridad como un verdadero valor. Y en el Generativo la organización no solo se involucra, sino que prima una filosofía de esfuerzo constante y sin descanso desde la óptica de la seguridad.
Este verano han saltado todas las alarmas con los accidentes en montaña. Lo cierto es que llevan una evolución progresiva en los últimos años, en algunos casos con resultados mortales, lo cual siempre es una tragedia. Lo que también resulta evidente y palpable es el incremento de la afluencia de visitantes en el medio natural, y en particular en zonas de montaña, y, por tanto, el aumento de las situaciones de riesgo; algo que creo irá a más, por el atractivo propio las montañas y como refugio climático.
La sociedad, en general, percibe esta problemática como un problema estacional que se produce principalmente en verano, como los incendios forestales, y que afecta, normalmente, a “gente insensata y sin preparación”. Hay que hacer notar que las cifras, aunque como ya se ha dicho aumentan paulatinamente, y varían cada año, no son alarmantes en términos de salud pública; cuando por el contrario sí lo son los suicidios.
Sin embargo, los medios de comunicación, especialmente los locales o regionales, priorizan y exponen en primera plana las noticias relacionadas con estas situaciones de riesgo en montaña, bien por la propia merma veraniega de circunstancias noticiables y/o porque realmente sí que son de interés para la sociedad.
Los accidentes en montaña normalmente afectan a un grupo de personas limitado, una persona o un grupo pequeño de 2 o 3, no siendo, normalmente, un grupo colectivo el que sufre el percance. ¿Por qué entonces este interés en los medios? Podrían darse varias explicaciones, pero queremos incidir en que se trata de una actividad saludable, que afecta a personas que hacen deporte en la montaña, en plena naturaleza, y en gran medida, a jóvenes, incluso menores. No hay que olvidar, tampoco la importancia que tiene como destino turístico, y por tanto de su calidad, el objetivo de mantener unas condiciones de seguridad que se consideren aceptables por sus visitantes.
El enfoque por parte de las administraciones, hasta la fecha, ha sido básicamente una línea preventiva blanda en el territorio afectado, siempre muy alejados del público objetivo (normalmente que vienen de fuera de las zonas de montaña), y digamos poco proactivo y dinámico, casi paternalista, al que hace referencia el título de este artículo: No os hagáis mal. Resumiendo, una solución basada en consejos y más consejos, que además están muy alejados del terreno de juego, siempre es necesaria pero nunca será suficiente.
Por tanto, como cualquier política de la administración pública, la estrategia en la prevención en zonas de montaña debería basarse en la eficacia y eficiencia de sus acciones, y para ello, debe contar con indicadores y/o mecanismo para medir y revisar los resultados de dicha estrategia, y en su caso establecer las medidas de corrección adecuadas, algo de lo que actualmente carece. ¿Cómo medimos la prevención? ¿Midiendo solo los accidentes?
Los grupos de rescate en montaña de la Guardia Civil durante una intervención realizada este verano, al igual que se recoge en la fotografía de portada. GUARDIA CIVIL
Se menciona a continuación los pilares que, desde mi modesta opinión y a modo de decálogo, debe sustentar la gestión de riesgos en montaña:
1.- Debe darse un papel activo y prioritario a los gestores del riesgo, a los profesionales de la seguridad, léase guías de montaña, equipos de intervención (GREIM, Bomberos, etc.), técnicos de seguridad, etc., perfiles profesionales para las cuales la seguridad es lo primero, la cual es innegociable. ¿Quién dirige las campañas de prevención?
Valga como ejemplo la clara evidencia de la mucho menor accidentabilidad de las actividades de montaña con guías profesionales, criterio de seguridad mucho más extendido en los países alpinos.
2.- No puede concebirse una campaña únicamente con “voluntarios” desde el despacho, desde la zona llana, sin contar con los verdaderos profesionales de la seguridad que viven y generan valor en las zonas de montaña. Una campaña como la actual muy cara para su eficacia y eficiencia, y sin criterios para la autocrítica y el de una evolución constructiva.
Es muy interesante, como buen ejemplo (rectificare sabium est) ver la evolución de los accidentes de tráfico en España, y ver que el punto de inflexión desde 6.000 muertes/año hasta 1.000 muertes/año, aproximadamente, coinciden en un cambio desde una estrategia hasta entonces basada en la comunicación y difusión de buenos consejos, hacia una estrategia basada en herramientas y toma de decisiones, objetivas y posibilistas, para la reducción del riesgo, como radares, mayor vigilancia en las carreteras, carnet por puntos, etc., a pesar del aumento constante de los viajes en carretera. La implantación de cámaras en algunos barrancos del Pirineo y prescriptores profesionales que informan a la Oficina de Montaña del Ayuntamiento de Jaca y la FEDME es un buen ejemplo. Y entre otras cosas nos permite evaluar cuántos accidentes y rescates ha habido en estos barrancos antes y después de su implantación.
3.- La prevención y planificación debe ser en origen, pero la información y formación al visitante en el territorio debe incidir, debe realizarse en el último kilómetro. Bien en una Oficina de Montaña, como exitosamente han puesto en marcha el Ayuntamiento de Jaca y la FEDME, con guías de montaña; bien dando información profesional en los parkings de acceso al medio natural; o bien en la red de alojamientos y hostelería del territorio, a veces el único punto de contacto del visitante con el territorio. Pero si el personal es profesional en gestión del riesgo los resultados serán mejores.
4.- Por supuesto no hay que olvidar como informar al visitante en sus hogares, algo fácil de pensar, aunque más difícil de ejecutar; pero que debe realizarse de forma coordinada con los territorios de los visitantes, siempre pensando en que se debe ir a la montaña con seguridad, y bajo el marco de un Plan Nacional de Prevención.
Lo que sí que parece poco eficaz es concentrar la comunicación de esta estrategia entre la población local en las montañas, posiblemente la mejor informada al respecto, a no ser que sea para una autojustificación de una acción difusa, más propaganda de que se debe hacer algo, pero alejado de un discurso sólido y creíble.
5.- Se debe contar con todos y cada uno de los talentos, así como las acciones de innovación que ya existen en el territorio de manera exitosa, especialmente si dichos talentos están y viven en la montaña ya que son conocedores directos de la evolución de las situaciones de riesgo. Se debe implicar directamente a los gestores del riesgo del territorio, ya que conocen y viven precisamente de ello, de gestionar, todos los días, el riesgo. ¿Por qué la FAM y el Gobierno de Aragón no trabajan conjuntamente con la Oficina de la Montaña?
6.- Se deben analizar y evaluar los datos obtenidos de una manera crítica y profesional, mediante lo observable, donde el observador experto puede obtener conclusiones y lecciones aprendidas, no mediante lo observado, donde se observa la situación de riesgo sin ninguna enseñanza posterior, para obtener soluciones lógicas, que podamos contrastar y medir para disminuir las situaciones de riesgo. Por eso, desde el Comité de Seguridad de la FEDME, trabajamos para que se creara un Observatorio de la Montaña en Aragón, y gracias a las Jornadas de Derecho y Montaña se consiguió concienciar a nuestros gobernantes y finalmente es ya una realidad. ¿Pero por qué no es el modelo que propusimos con trabajadores profesionales que midan lo observable? ¿Por qué no tenemos todavía un Observatorio Nacional como aprobaron en una PNL en el Congreso de España todos los grupos parlamentarios sin excepción?
7.- Los pasos que se dan en la montaña siempre van a depender de uno mismo, del visitante, del jugador, pero las mismas administraciones públicas que promueven el destino turístico, el terreno de juego, tienen que disponer también de una estrategia para ir a la montaña con seguridad.
8.- Si miramos a nuestro alrededor, en otros países con situaciones similares, vemos un enfoque más profesional, con herramientas, metodologías y ayudas a la decisión, objetivas y pragmáticas, con una estrategia frente a los riesgos en montaña para la realización de las actividades en montaña con una seguridad aceptable.
9.- No se debe perder de vista que el problema de la seguridad en montaña, también va ligado al aumento de las tensiones turísticas, la convivencia con la población local, la sostenibilidad de los espacios y el cambio en el perfil del visitante, por lo que se debe hacer un enfoque integrado en la gestión del territorio de montaña.
La accidentalidad en la montaña no es esencialmente un problema deportivo, o del deporte de montaña federado, sino un problema turístico. Es decir, el perfil del accidentado no es principalmente un deportista de montaña, que necesariamente adquiere la condición de turista cuando se aloja en el destino o de “visitante”, si no lo hace. El orden de los factores sí altera la suma en este caso: el accidentado, de modo general, es un turista que eventualmente practica un deporte de montaña.
10.- Se debe evitar la banalización del riesgo en montaña en las redes sociales y los medios de comunicación, algo que algunos comunicadores deben repensar, ya que el efecto llamada a un público desconocedor del terreno de juego, de condiciones cambiantes, puede provocar situaciones de riesgo indeseadas.
Dos senderistas en una excursión por el Pirineo. EL PIRINEO ARAGONÉS
El estado actual de conocimiento en la seguridad, en las zonas de montaña, está muy por delante de las acciones actuales. Por ello una sociedad plural, tecnológica y del conocimiento en la que nos encontramos, debe avanzar de forma diligente e inteligente, con eficacia y eficiencia de los recursos públicos, en la mejora de la seguridad en montaña. Como escribió Marie Curie, no hay nada que temer en la vida, solo comprender.
¿En qué nivel de Cultura Preventiva nos encontramos en montaña?