Unas 60 personas se reunieron el pasado 31 de agosto en el collado de Petrachema, donde se halla la muga número 273, para verificar su estado
Reencuentro de las delegaciones de los valles de Ansó y Aspe para el reconocimiento de la muga fronteriza 273, en una imagen facilitada por el autor del artículo.
Los ayuntamientos y agentes sociales de los valles fronterizos de Ansó y Aspe (unas 60 personas) se reunieron el pasado 31 de agosto en el collado de Petrachema, donde se halla la muga número 273, para verificar su estado. En este reconocimiento participaron, junto a los españoles, representantes del Parque Nacional de los Pirineos Atlátincos franceses, responsables de pastoralismo del Gobierno de Nueva Aquitania y otros agentes de protección de la naturaleza del país vecino.
A primera vista, este acto parece algo simbólico; pero tiene gran importancia en cuanto supone un reencuentro entre las poblaciones de ambas vertientes que se fueron alejando conforme se afianzaba el efecto frontera. No es menor la importancia de este acto desde el punto de vista de la política internacional o franco-española. Cuando una muga o mojón fronterizo se altera, por los motivos que sea, se debe iniciar un complejo proceso para subsanarlo. Este fue el caso de la muga 297 que se halla en el Somport.
En los años 1977-1978, esta muga del Somport desapareció por “operaciones fronterizas” según señalan las propias autoridades nacionales. Su rehabilitación se produjo mediante un “canje de notas”,como debe hacerse según los tratados internacionales hispano-franceses. En este canje de notas (enero y febrero de 1985), intervinieron los ministros de exteriores Fernando Morán, por parte española, y Pierre Guidoni, por la francesa. Fue necesario un acuerdo entre España y Francia sobre la rehabilitación de dicha muga y un nuevo reconocimiento de la frontera mediante unas marcas intermedias. Un proceso que debió ser publicado en el Boletín Oficial del Estado de 04/01/1986 y, simultáneamente, en el Boletín Oficial del Estado francés.
En dichos boletines se dice “la cruz fronteriza 297 desaparecida ha sido reemplazada por una pirámide blanca elevada sobre una pequeña plataforma, situada sobre la divisoria de aguas, a una centena de metros al pie de la inmensa roca vertical, donde estaba grabada la señal 297”. Es decir, el trabajo de reconocimiento de mugas que hacen los valles fronterizos sirve para verificar el estado de las mismas e informar a los correspondientes gobiernos de las alteraciones existentes, lo que se hace mediante un acta que se firma en la misma muga.
Firmando las actas y cantando Ixos mons, en una imagen facilitada por el autor del artículo.
Al margen de realizar este reconocimiento, que es una obligación que tienen los valles pirenaicos, emanada del propio Tratado de Límites franco-español del año 1862, lo más importante desde el punto de vista social y cultural es que la frontera pierde su función de separación y se convierte en lugar de encuentro. Así, tras la firma del reconocimiento y la comida de confraternidad, el encuentro continúa con cantos folclóricos tradicionales. Este año, el protagonismo de esta muestra folclórica recayó en la balada Ixos mons(denominada por algunos como el Himno pirenaico), interpretada por los franceses en lengua bearnesa, y por los españoles en ansotano-aragonés. Que la frontera siga uniéndonos muchos años.