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Otra opinión

“El efecto de la defecación y micción de los casi dos mil perros que, según personal municipal transitan por nuestras calles, rebajan notablemente el nivel de limpieza de nuestra ciudad, faena que a todos nos debe de implicar”

Señales colocadas en algunos jardines y zonas verdes de la ciudad prohibiendo su uso por parte de las mascotas. EL PIRINEO ARAGONÉS

Lo que sigue no tiene la intención de originar ningún tipo de polémica, solo es otra opinión. Hace muchos años, vecinos de la calle Albareda presentamos un escrito en el ayuntamiento, y en una entrevista personal con la concejal entonces responsable del área, solicitando que ante la habitual presencia de heces de perros en la acera de esta calle, y en general en las aceras del barrio norte, además de vigilancia se pusiera alguna señal indicando que se recogieran las heces de los perros cuyos dueños no lo hacían; también añadíamos que el primer parterre de la zona ajardinada de esta calle no fuera “meadero” de canes ya que su continuo depósito de orinas caninas estropeaban el manto verde de este jardín público. Por eso al ver que, por fin, se puso la estaca justo en la esquina de entrada con la imagen de un perro cruzado con una raya lo interpretamos no como una prohibición de paso a los perros sino como una llamada de atención a los dueños de perros, que no recogen las heces ni hacen nada para que su orina no dañe jardines o elementos urbanos. Poco duró la alegría porque a los cinco días fueron retiradas; solo se conservaron algunas en las rotondas o aquellos espacios que el ayuntamiento decidió; los jardines de esta calle también son públicos, pero al quitar la señal parece que significa: “bueno aquí se pueda pasar y de paso orinar, o defecar”. El porcentaje de dueños de perros que no respetan los espacios públicos debe de ser minoritario, aunque desconocido; lo cierto es que la sola visión de mierdas en las aceras y orines en esquinas, farolas o plazas no es de agrado de nadie, supongo, sin ser necesario sufrir el muy desagradable, y frecuente, accidente de pisar y esparcir el despojo que alguien, por comodidad, decidió “regalar” una mierda a sus convecinos.

El efecto de la defecación y micción de los casi dos mil perros que, según personal municipal transitan por nuestras calles, rebajan notablemente el nivel de limpieza de nuestra ciudad, faena que a todos nos debe de implicar. Cuando alguien decide tener un perro debería de ser consciente de los problemas que causan a la mayoría de ciudadanos ya que no se reducen a recoger sus heces y lavar su orina, sino a los frecuentes coros de ladridos, a su presencia, prohibida, en jardines infantiles, donde también dejan sin retirar las heces como en los caminos inmediatos al espacio urbano, sendas estrechas que se emplean para caminar. En fin, recordar que los carteles y señales prohibiendo algo están porque hay quienes no cumplen lo que además de ser normativas es de buena convivencia.

Firmado: MARIANO MARCÉN
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