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Rojo

Tres colores: rojo (Trois couleurs: rouge, 1994)

Duración: 99 min. País: Francia. Dirección: Krzysztof Kieślowski. Guion: Krzysztof Piesiewicz, Krzysztof Kieślowski. Reparto: Música: Zbigniew Preisner. Fotografía: Piotr Sobocinski. Productoras: MK2 Productions, CAB Productions, France 3 Cinéma.


Este es el último film de la trilogía Tres colores, de Krzysztof Kieślowski, y que termina con el color rojo, aquel que simboliza la fraternidad para el autor. Entendida como solidaridad, y ayuda al prójimo. Pero, como debe de ser en toda conclusión final, también repasa la libertad y la igualdad, aunque ya fueran tratadas en las dos producciones anteriores. En esta ocasión, el color rojo lo impregna todo: la lona de un bar, un coche como elemento recurrente, un cartel publicitario, o en los cables de telefonía, como símbolo de la transmisión de acontecimientos, aunque de forma fría e impersonal.

Esta historia que conduce a más historias, que se van abriendo camino a cada paso. Valentina, atropella a un perro con su coche. En la búsqueda del dueño del perro hallará una serie de personajes que transformarán tanto su vida como su visión del mundo. Cuando la joven decide ir a Inglaterra para ver a su novio, en un ferry que cruza el Canal de la Mancha, la embarcación sufre una catástrofe. Afortunadamente, todos los pasajeros se han salvado, incluidos los protagonistas de las dos entregas anteriores. Una magnífica forma de cerrar el círculo, de terminarlo uniendo las tres historias, siendo posiblemente la más compleja, en la que se muestra cómo el azar puede marcar nuestra vida al completo. Rojo posee un encanto especial, por la forma en que se ha tratado el análisis de las obsesiones, la soledad, el engaño, o la suerte, y cómo en cada época de la vida las ilusiones y las expectativas van cambiando. Kieślowski nos sugiere que nuestro universo es parecido a un gran tablero de ajedrez, en el que todos somos piezas, no exentas de conexión, aunque ni siquiera percibamos que ésta existe. pero en el que sentimientos y experiencias, ya sean alegrías, tristezas, errores o fracasos, se repiten de forma cíclica y renovándose en cada movimiento.

En este epílogo, cabe destacar el gran trabajo de iluminación y fotografía, que posee una extraordinaria belleza plástica, con contraluces que parecen estar iluminando a los espectadores, y no a los actores.

Un final rotundo para la trilogía, que por supuesto, podremos contemplar este verano en las salas de proyección, disfrutando una vez más, del cine con mayúsculas.

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