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“La IA avanza a pasos agigantados, y tecnologías como Cognify plantean la posibilidad de rehabilitar presos mediante la implantación de recuerdos artificiales. Sin embargo, estas innovaciones presentan profundos dilemas éticos sobre la identidad y el control social. ¿Estamos listos para un futuro donde nuestros recuerdos puedan ser editados?”

Prisión futurista recreada con IA.

La IA (inteligencia artificial) tiene el potencial de transformar nuestra sociedad de maneras inimaginables, y la realidad es que la tecnología avanza a un ritmo mucho más vertiginoso que la propia sociedad.

En muchos casos, las innovaciones se encuentran con una gran resistencia debido a las implicaciones éticas y sociales que conllevan. Esta brecha entre el avance tecnológico y su aceptación social, puede retrasar la implantación de soluciones que aporten grandes beneficios a la humanidad. Por otro lado, introducir tecnologías sin una comprensión completa de sus consecuencias podría acarrear problemas imprevistos y potencialmente dañinos.

La serie de ciencia ficción Black Mirror nos mostró futuros distópicos que ya estamos alcanzando, un ejemplo es Cognify, un concepto de prisión ideado por el biólogo molecular yemení Hashem Al-Ghaili donde los reclusos no cumplen condenas, sino que experimentan una rehabilitación acelerada gracias a la implantación de recuerdos artificiales.

Esta técnica utilizaría tecnología avanzada de IA para implantar recuerdos en el cerebro de los reclusos, ajustando las experiencias a la gravedad de sus delitos. El proceso comenzaría con un mapeo neuronal exhaustivo que identifica regiones específicas del cerebro donde intervenir. Por ejemplo, a los delincuentes violentos se les podrían implantar recuerdos que recrean el sufrimiento de sus víctimas, promoviendo la empatía y el remordimiento. Estos recuerdos artificiales se convertirían en parte de la memoria permanente de los detenidos, con el objetivo de fomentar un cambio positivo en su comportamiento.

Según Al-Ghaili este sistema podría llegar a las partes del ADN y ARN responsables de la formación de memoria a largo plazo. Aunque actualmente no existe, la idea se basa en experimentos con animales que sugieren que el proceso puede ser viable en humanos.

En palabras de Al-Ghaili esta tecnología podría hacerse realidad dentro de una década, aunque reconoce que las restricciones éticas actuales limitan las pruebas necesarias para su desarrollo. Sin embargo, insiste que reemplazar recuerdos podría ser más efectivo para la rehabilitación de presos, incluso de psicópatas, quienes tienen una mayor propensión a conductas violentas.

Las implicaciones éticas y morales de una tecnología como Cognify son muy complejas. Alterar los recuerdos de una persona plantea serias preguntas sobre la identidad personal, o el significado de ser humano. ¿Es éticamente justificable modificar la memoria de una persona para lograr la rehabilitación, incluso si los resultados son positivos?

Más allá del ámbito penitenciario existe el riesgo de que estas tecnologías se usen como herramientas de control social. Es crucial que la sociedad aborde estos dilemas con sumo cuidado, asegurando que el progreso tecnológico no socave los principios fundamentales de la dignidad y la autonomía humana. ¿Estamos preparados para un futuro donde nuestras memorias pueden ser editadas o reemplazadas?

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