
Arreglando el molino de Ainielle, en 2022, en una imagen facilitada por Enrique Satué.
El despoblado de Ainielle es uno de esos lugares a los que los avatares de la Historia, inesperadamente, le han asignado una plusvalía que, en buena medida, habría que rentabilizar. En el caso de esta aldea de Sobrepuerto, el valor añadido ha sido creado por una gran novela, La lluvia amarilla, del escritor Julio Llamazares, que plantea el drama universal del éxodo rural.
Pero en el Alto Aragón existen numerosos espacios o rutas cinceladas por la obra de escritores o estudiosos que aguardan pacientemente el que se extraiga provecho cultural e, incluso, económico. El tema lo desarrollo en mi obra Pirineo y manta.
Nadie lo ha hecho, pero no estaría de más, como paso previo, que, al modo de Lucas Mallada, con su mapa geológico de la provincia de Huesca, expertos multidisciplinares elaboraran el “Mapa de plusvalías del patrimonio cultural y natural de la provincia de Huesca”; es preciso porque en el listado veríamos aparecer muchos reservorios patrimoniales no tenidos en cuenta hasta la fecha.
Ainielle fue vendido al Patrimonio Forestal del Estado en 1956. En 1970 comenzó la repoblación forestal, a la par que se sumía en el olvido, hasta que en 1988 apareció La lluvia amarilla. Desde entonces ha vuelto a renacer, pero de un modo que los antiguos habitantes jamás previeron. Mientras el núcleo se ha desmoronado, ahogado por el espumajo verde de las zarzas y los saúcos, alrededor de Ainielle se ha generado una densa trama sociocultural donde las visitas, el excursionismo programado, las teatralizaciones y las actividades literarias no han cesado de producirse (hasta la actualidad, en que la Diputación Provincial de Huesca desarrolla un variado ciclo sobre la célebre novela). Sin embargo, la plusvalía promovida alrededor de la aldea apenas ha aflorado, porque “la urdimbre de palabras” escasamente ha ido acompañada del “levantamiento de piedras”. Afortunadamente, antiguos habitantes y asociaciones culturales de la zona han intervenido, tutelado y sugerido a las distintas administraciones actuaciones sobre la vieja escuela —como refugio— y el valioso molino.
En la España vacía, la cifra de metros cúbicos de patrimonio por cabeza es muy elevada. Por ello, bien estaría que se meditasen y previesen protocolos de tutela y actuación sobre aquel. Hacer un seguimiento de lo que sucede con el refugio y, sobre todo, con el molino de Ainielle, puede ser aleccionador y sintomático. Ojalá todos los “Espacios Plusvalía” adquieran el papel social que encierran y merecen.