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“Debido a las regulaciones europeas, todo parece indicar que las grandes tecnológicas van a desarrollar modelos específicos para el mercado europeo, adaptados a sus normativas, pero con menores funcionalidades que los disponibles en otras regiones”

La falta de gobernanza global tecnológica juega en contra de Europa.

En un mundo que se enfrenta a retos globales cada vez más complejos, un pensamiento que me viene de forma recurrente es la necesidad de crear un organismo de gobernanza global. Aunque sé que es algo utópico, está claro que la rápida evolución tecnológica hace urgente una coordinación más estrecha y efectiva entre los distintos territorios.

En el panorama global de la innovación tecnológica, cada región desempeña un papel distintivo. Estados Unidos se percibe como el líder en el desarrollo de nuevas tecnologías y avances en áreas como la IA (inteligencia artificial) y el aprendizaje automático. China, por su parte, es vista como el país que sigue estas innovaciones adaptándolas a su propio mercado. Europa, sin embargo, se ha consolidado como el principal regulador, estableciendo normativas estrictas para proteger a los ciudadanos y controlar el uso de las nuevas tecnologías.

La Unión Europea se enorgullece de tener un mercado atractivo con cientos de millones de ciudadanos conectados y un alto poder adquisitivo. La política de la UE centrada en proteger la privacidad y los derechos de los usuarios, ha implementado regulaciones que con frecuencia son modelo para otras regiones. Un ejemplo es el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) que busca mantener un equilibrio entre la innovación y la protección de los derechos de los ciudadanos.

Evidentemente las empresas que quieren trabajar en territorio europeo deben adaptarse a la normativa más exigente que en otros lugares. Una normativa que está retrasando la llegada de nuevas funcionalidades. Un caso ilustrativo es la función de memoria de ChatGPT, que aún no está disponible en Europa debido a las regulaciones. De igual forma Apple ha anunciado el retraso de su IA en iOS y Mac, aplazando su lanzamiento en Europa debido a temas relacionados con el cumplimiento de estas regulaciones.

Por el momento las compañías tecnológicas están usando este tipo de estrategias para presionar a la Unión Europea en busca de suavizar sus regulaciones, sin embargo, cada vez parece más claro que vamos hacia un contexto donde las empresas van a desarrollar modelos específicos para el mercado europeo, adaptados a sus regulaciones, pero con menores funcionalidades que los modelos disponibles en otras regiones.

Es evidente que el uso de tecnologías de segunda categoría por parte de las empresas europeas nos va a hacer menos competitivos a nivel global. Una desventaja que puede frenar tanto la capacidad de innovación, como el crecimiento económico. La competencia global es feroz, y operar con herramientas restringidas limitará la capacidad de nuestras empresas para responder de manera eficiente a las demandas del mercado internacional.

Es crucial que Europa encuentre un equilibrio entre la regulación y la capacidad para competir en igualdad de condiciones con el resto del mundo. Solo así se podrá asegurar un futuro donde innovación y protección vayan de la mano, sin sacrificar nuestra competitividad.

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