Celebración del Día de los pueblos por los socios de El Cajicar en Barbenuta y Espierre, en una fotografía facilitada por la Asociación de Vecinos de Núcleos Rurales de Sabiñánigo.
El pasado 2 de junio tuvo lugar el ya tradicional encuentro anual que realiza la Asociación de Vecinos de Núcleos Rurales de Sabiñánigo El Cajicar con motivo del Día de los pueblos.
El Cajicar cuenta en la actualidad con más de cuatrocientos socios. En un principio, esta entidad surgió para realizar actuaciones en favor de la promoción de los núcleos rurales del entorno de Sabiñánigo, aunque en este momento, y tras una modificación de sus estatutos, a los 54 que conforman el Ayuntamiento de Sabiñánigo, se han incorporado vecinos de la Jacetania y de municipios como Biescas, Caldearenas o Yebra de Basa. La agricultura, la ganadería, el turismo, la industria, la salud… son temas que interesan a la asociación; y todas las actividades que realizan tienen que ver con su abordaje desde el punto de vista legal, fiscal, técnico y cultural. Una de ellas es precisamente la que se conoce con el nombre de Día de los pueblos, en la que los socios se reúnen en el núcleo escogido, conocen su entorno y su potencialidad, y comparten con los vecinos del mismo un día de hermandad.
En esta ocasión las localidades visitadas han sido Barbenuta y Espierre. Ambos pueblos, situados en el Sobrepuerto, sufrieron la despoblación que aquejó a muchas aldeas en los años sesenta del pasado siglo. En la actualidad cuentan con una población estable de diez habitantes y un proyecto vinícola que ha dado como resultado la bodega Bal Minuta, que cultiva unas vides a 1.300 m sobre el nivel del mar, lo que convierte a sus cepas en las de mayor altitud de la Península Ibérica. Y precisamente sobre el pasado y evolución demográfica de estas dos poblaciones giró una parte de las actividades realizadas.
Tras visitar la iglesia y entorno de Espierre, tres personas descendientes de Barbenuta dieron a conocer aspectos interesantes de los lugares visitados. En una de las exposiciones se habló acerca de cómo la espiritualidad marcó los asentamientos en el territorio, ya desde tiempos prehistóricos; en este sentido, son reseñables las dos ermitas mozárabes situadas en los alrededores (San Juan de Espierre y Santa María de Pallariecho) y las dos iglesias, una perteneciente al románico rural (San Esteban de Espierre) y otra remozada en el siglo XVI (San Martín de Barbenuta). En la segunda de las charlas se visionaron fotografías antiguas muy interesantes sobre arquitectura popular, sobre aspectos etnológicos relacionados con el patrimonio musical de la zona, sobre las huellas que la guerra civil dejó en el entorno y sobre la influencia que la riqueza maderera de sus bosques ejerció en la zona, cuando picadores y cablistas extraían los troncos, y cuya huella ha quedado –en forma de resto museístico– en la plaza de Barbenuta. Por último, se abordó el importante papel de la escuela, desde su fundación hasta su cierre, en 1964, cierre que contribuyó a que todas las familias que tenían niños en edad escolar tuvieran que abandonar estos pueblos por esas fechas; fueron varias las décadas de desidia que sufrió el edificio escolar, que había sido diseñado con los criterios higienistas imperantes a principios del siglo XX, y que contaba con dos alas diferenciadas: una destinada a vivienda de los maestros y maestras, y otra dividida en dos pisos, siendo el inferior la casa del pueblo –que todos los habitantes siguen a día de hoy llamando “parlamento”– y, el superior, el aula propiamente dicha; gracias tanto al tesón por conservarla de los vecinos como a la ayuda económica de la Diputación Provincial de Huesca pudo ser restaurado el edificio en el año 2016.
El día terminó con una comida en Biescas, amenizada con la actuación de grupo de canto, guitarra y púa del Grupo Folclórico Santiago de Sabiñánigo.