Alcalde de Jaca entre 1968 y 1995, su legado permanece vigente tres décadas después
Armando Abadía Urieta durante su época de alcalde de Jaca, en una imagen de archivo. FOTO PEÑARROYA
El 11 de junio de 2024 se cumplió el centenario del nacimiento de Armando Abadía Urieta, alcalde de Jaca durante 27 años, desde 1968 hasta 1995. Natural de Sallent de Gállego, muy pronto vino a vivir a Jaca, siendo su principal actividad profesional la banca, aunque tuvo otras muchas ocupaciones.
En 1963, estando al frente de la presidencia del Centro de Iniciativa y Turismo (CIT), creó junto a Louis Haure el Festival Folclórico de los Pirineos, que supuso no solo una apuesta para potenciar la ciudad como destino turístico, sino que significó su apertura a Francia y al mundo durante los últimos años de la dictadura. Si bien esta resultó ser una de las acciones más fructíferas y que han perdurado en el tiempo, tan solo fue una de las numerosas iniciativas que Abadía puso en marcha en aquella época. Fue un hombre que tenía claro en su ideario la transformación y modernización de Jaca para convertirla en un referente nacional e internacional en un momento en el que España buscaba abrirse al exterior y mejorar su economía a través del turismo. A falta de mar y playas, Abadía apostó por los recursos con los que contaba más a mano: los Pirineos, la montaña, el patrimonio y la historia, sin renunciar a un desarrollo urbanístico que favoreciera la condición de Jaca como ciudad residencial y vacacional.
Abadía llegó al ayuntamiento en 1964, cuando fue designado concejal. Antes, a través de la asociación de municipios de la comarca, había promovido desde el CIT la revista Jacetania, como medio de comunicación y cohesión entre los pueblos de un territorio que entonces comprendía lo que actualmente son las comarcas de la Jacetania y el Alto Gállego. Impulsó también la antigua emisora de Radio Jaca, donde tenía sus programas propios, un canal directo con los ciudadanos para transmitir todas las ideas y proyectos que bullían en su cabeza.
Sería prolijo recordar el cúmulo de acciones que impulsó Abadía como alcalde. Más allá del grado de acierto de cada una de ellas, la realidad es que la ciudad que actualmente conocemos es fruto de todas ellas. Además del Festival Folclórico de los Pirineos, un certamen pionero en su género y que ha servido de inspiración para muchos otros que han llegado después, está la construcción de la primera pista de hielo, que fue el punto de partida para que Jaca diera el salto y se convirtiera en un destino de vacaciones no solo durante la época estival, sino también en la invernal.
La construcción del antiguo palacio de hielo, cuya historia es muy conocida (“fuimos a Madrid a pedir dinero para un polideportivo y volvimos con una pista de hielo”), resultó ser el trampolín para lo que vino después: el desarrollo de los deportes de hielo, la organización de competiciones nacionales e internacionales de gran proyección en aquella época, como los Campeonatos del Mundo de Patinaje Artístico Profesional sobre Hielo, que tuvieron una gran trascendencia y seguimiento mediático; la inauguración de la estación de esquí de Astún, que permitió a Jaca disponer de un centro invernal propio en unos años de proliferación de este tipo de instalaciones, y los Juegos de Invierno del Pirineo, que fueron el germen de las Universiadas de Invierno de 1981 y 1995 y de las aspiraciones olímpicas de Jaca, un objetivo que para Abadía hubiera sido la culminación de su legado.
Otra de las aspiraciones en materia deportiva y de promoción era que Jaca tuviera un final de etapa del Tour de Francia, un reto que entonces estaba al alcance de pocas ciudades. El sueño se consiguió en 1991, en el año en el que el navarro Miguel Indurain ganó por vez primera vez la ronda francesa, haciéndose con el maillot amarillo precisamente en la etapa que salió de Jaca y finalizó en Val Louron el 19 de julio de aquel año.
Las relaciones con Francia siempre fueron fundamentales en la política y acciones promovidas por Armando Abadía. Gracias a ellas, en 1983 se creó un organismo internacional transfronterizo que se denominó Comunidad de Trabajo de los Pirineos, cuya sede permanente se fijó en Jaca, que sigue ostentando esa condición y que ha permitido a la ciudad consolidarse como capital pirenaica, reafirmando su carácter europeísta. Por todo ello, el Presidente de la República Francesa le concedió en 1995 el ingreso en la Orden de la Legión de Honor, la más conocida e importante de las distinciones francesas.
En su vida, recibió numerosos reconocimientos, desde su designación como Aragonés del año en 1971 por votación popular, a la Medalla del Mérito Turístico, la Medalla del Consejo de Europa, la Cruz de la Orden al Mérito Civil, la Cruz el Mérito Militar, la Encomienda de la Orden de Isabel la Católica y la Orden Olímpica.
Armando Abadía, más allá de su aciertos y errores, fue un hombre que luchó por su ciudad y que siempre puso a Jaca por delante de todo lo demás, sin plegarse a ningún tipo de directriz política. Ejemplo de ello fue el Hospital de Jaca, un empeño cuya consecución no fue sencilla –no exento de un gran desgaste personal–, pero que culminó con la apertura del centro sanitario en 1989.
De aparente carácter, los que le recuerdan lo definen como una persona humilde, llana y accesible, a la que no le importaban tanto los premios y los reconocimientos personales, solo el fruto de su trabajo. “Quiso ser en la vida un sendero que se utiliza y se olvida”, es la inscripción que puede leerse en la lápida del cementerio de Jaca donde reposan sus restos. Abadía falleció el 7 de febrero de 1997 dejando un legado que permanece vivo y que será difícil de olvidar.