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“Y aquí entramos en uno de los principales elementos del debate que vive la sociedad española a propósito de las relaciones entre los poderes políticos y los medios de comunicación. El problema deriva de la confusión entre la información y la opinión”

Los periodistas tiene el comportamiento ético de contar la verdad y de aportar todos los elementos del contexto para que una noticia veraz sea también inteligible. SE

La relación entre políticos y periodistas es incómoda por definición. Corresponde a los segundos informar sobre la actividad de los primeros y de algún modo fiscalizarla, hacer un análisis crítico de sus decisiones e investigar sus posibles relaciones opacas con otros poderes. La prensa no debe apearse de esa función si queremos tener una sociedad democrática plena.

Asimismo, los periodistas tienen el compromiso ético de contar la verdad y de aportar todos los elementos del contexto para que una noticia veraz sea también inteligible e interpretable por el público. Es cierto que la objetividad absoluta no existe. Toda persona se rige por una ideología, una cultura, unos antecedentes familiares o históricos, un entorno social, etcétera, que condicionan su forma de ver los acontecimientos que la rodean. Y los periodistas no son en esto una excepción. Sí cabe reclamarles, sin embargo, un esfuerzo extra de imparcialidad, es decir, de poner constantemente en su trabajo un intento de contar las noticias con la suficiente lejanía como para no estar implicados en primera persona en los hechos. Y siempre con una premisa esencial: la opinión, libre; la información, veraz.

Y aquí entramos en uno de los principales elementos del debate que vive la sociedad española a propósito de las relaciones entre los poderes políticos y los medios de comunicación. El problema deriva de la confusión entre la información y la opinión. Es, como hemos dicho, lógico que entre el ejército de opinadores que cada mañana llenan platós y estudios de radio, inflaman las redes sociales y firman las columnas de los periódicos haya tendencias de todo signo, como corresponde a una sociedad plural como la nuestra. Pero con frecuencia, y en un ejercicio parecido al de poner el carro antes de los bueyes, la opinión del medio condiciona la información que este da. Es decir, la perversión está en que a veces el periodista no informa sobre unas noticias que conoce, sino que selecciona las informaciones y les da un determinado sesgo (cuando no directamente las fabrica) para hacerlas comulgar con su opinión preestablecida. En este proceso intervienen decisivamente quienes elaboran los argumentarios que manejan diariamente los portavoces políticos. Aquí se encuentra el nido de las noticias falsas.

Un segundo problema viene del hecho de la extrema polarización que se vive en paralelo en las sedes de los partidos y en las de los grupos de comunicación. Es muy saludable que haya empresas informativas conservadoras, liberales, socialdemócratas o nacionalistas. Lo que ya no lo es tanto es que desde determinadas cabeceras de diarios, webs o emisoras de radio y televisión el objetivo prioritario no sea informar con solvencia y opinar con criterio, sino contribuir a derrotar a tal o cual gobierno.

Por eso en nuestro explosivo sistema mediático-político se produce con frecuencia lo que los aficionados al tenis conocen como la técnica del saque-volea, en la que el jugador saca y sube a la red para tratar de terminar el punto de forma instantánea golpeando la bola antes de que bote. Pues bien, en la política española (madrileña, podríamos decir) se estila mucho esta variante. Un medio de comunicación publica una noticia e inmediatamente determinados portavoces políticos la elevan a la categoría de escándalo sin tan siquiera confirmar su veracidad o escuchar las explicaciones de los afectados. La noticia es el saque y la interpelación parlamentaria, la volea. Y así nos entretenemos.

El tercer problema es el alto riesgo de desinformación que existe en el mundo de la comunicación inmediata y masiva a través de las redes sociales, y que podría verse como un intento deliberado por parte de determinados grupos de poder de mantener confundida a la opinión pública, es decir, a los votantes, mediante difusión de noticias falsas y de medias verdades (aún más peligrosas), con el objetivo de crear un clima social que haga muy difícil el debate democrático. Denunciar esta realidad no es una estratagema del gobernante de turno. Es algo que nos debería preocupar a todos, puesto que se trata de un conjunto de técnicas que atacan directamente al corazón del sistema. La información falsa solo puede conducir a la dictadura.

Un cuarto problema es la existencia de medios en internet cuyo propósito no es informar sino alterar con noticias fraudulentas, aliñadas con buenas dosis de exageraciones apocalípticas, el devenir de la política. No les interesan tanto los hechos como la demonización del rival, elevado a la categoría de enemigo. Y si el clima se hace irrespirable, pues mejor.

De esta realidad que vivimos no son solo responsables los periodistas y los políticos. Afecta a la sociedad entera y, por tanto, todos estamos concernidos y debemos reaccionar.

Firmado: COLECTIVO PENSAMOS
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