100 AÑOS
Mayo 1924

Incendio del antiguo Seminario de Jaca en una imagen de la época facilitada por Pedro Juanín.
No hemos de extendernos en prolijos detalles. Ni disponemos de espacio ni nada remediaríamos con ellos. Diremos, al correr de la pluma, que el siniestro, tan improvisado como difícil de explicar, conmovió a todo Jaca, pues desde el primer momento –momento aciago, pues ya el fuego dominaba gran parte de la techumbre– el vecindario en masa se agolpó en los alrededores del Seminario, donde ya celosamente guardaban el orden fuerzas de carabineros y de la guardia civil.
Las llamas sobresalían del alero y ventanas superiores del edificio, y todos quedamos pasmados de disgusto y de inquietud ante la extraordinaria oralidad del fuego, que en poquísimo rato tomó proporciones aterradoras, cual si todas aquellas materias combustibles estuvieran previamente rociadas con petróleo.
Dominar el incendio en su foco principal, era imposible. Lo que se hacía urgentísimo era el atajarlo, y a este fin, en las casas contiguas del Sr. González (calle del Carmen) y de D.ª Dolores Casajús (calle Mayor) se hicieron verdaderos alardes de valor por una porción de individuos, bomberos, soldados, somatenistas, obreros y otros valiosos elementos de la sociedad, para todos los cuales tenemos el más cariñoso aplauso. Incluimos con entusiasmo en esta lista de esforzados salvadores a varios obreros del Cuartel de la Victoria, cuyo contratista D. José Hormaeche tuvo el noble y espontáneo acuerdo de paralizar sus trabajos para que todos viniesen a cooperar con sus auxilios a la salvación del Seminario. Desgraciadamente, esto no se ha logrado, pero sí se consiguió con tan denodados esfuerzos que el fuego no invadiese las casas próximas. Horror da el pensar lo que entonces hubiese ocurrido.
No hay que decir que, desde los primeros momentos, estuvieron constantemente en los alrededores del siniestro el señor Obispo (visiblemente emocionado), el general gobernador, el alcalde, el delegado gubernativo, el juez de 1.ª Instancia, el comandante de ingenieros, todos los jefes de Cuerpo e infinidad de jefes y oficiales de todas las armas, los cuales mostraron tan penosa identificación con la desgracia y en tal forma pusieron a contribución su valiosa ayuda, que EL PIRINEO ARAGONÉS se honra proclamando el inolvidable comportamiento de todos. Los soldados, dirigidos por sus jefes y oficiales, trabajaron incansablemente durante muchas horas, y algunos de ellos con verdadero denuedo. Lo mismo podemos decir del cuerpo de bomberos, que arrostró serios peligros durante los trabajos de extinción.
En el capítulo de merecidos elogios hemos de incluir gratamente al digno gobernador civil interino de la provincia D. Pablo de Castro, que en cuanto tuvo noticia de la gravedad del siniestro se personó en Jaca, con el arquitecto Sr: Lamolla, mostrando vivísimo interés por la extinción, a cuyo fin ordenó que saliera inmediatamente de Huesca el tanque-regadera perteneciente a aquel Ayuntamiento. Dicha máquina llegó a nuestra ciudad a las tres de la madrugada, y todavía tuvo ocasión de funcionar, a pesar de las muchas horas que llevaban trabajando el material de la brigada de bomberos, el de las dependencias militares de la plaza y la eficaz bomba que, con prontitud digna de encomio, proporcionó generosamente el alcalde de Canfranc.
Pues bien; a pesar de toda esta unificación de esfuerzos, puede decirse que ha quedado totalmente destruido el magnífico Seminario de Jaca. Ante el sino fatal, nos dolemos profundamente.