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“El desarrollo de chips cerebrales abre nuevas posibilidades para mejorar la calidad de vida de millones de personas, sin embargo, estos dispositivos también plantean serios interrogantes éticos y de seguridad”

Los implantes cerebrales son ya una realidad.

Hace un par de meses, la empresa Neuralink, propiedad del siempre polémico Elon Musk, implantó su primer chip cerebral en una persona. Tras la operación, Noland Arbaugh, tetrapléjico desde hace ocho años, es capaz de mandar órdenes a su ordenador con su mente. Desde Neuralink apuntan a que el usuario, en breve, podrá realizar otro tipo de tareas como hacer una llamada o revisar su teléfono con tan solo pensar en la acción.

Desde la compañía apuntan a que su herramienta pretende revolucionar el ámbito médico, ofreciendo esperanza a personas con enfermedades neurológicas o con limitaciones en sus funciones motoras. Gracias a su capacidad para leer y estimular el cerebro, también podría aportar grandes transformaciones en el control de enfermedades como el Parkinson, la epilepsia o diversos trastornos de la memoria, permitiendo controlar síntomas como los temblores o incluso recuperar recuerdos perdidos. También en personas que hayan sufrido accidentes cerebrovasculares o lesiones en la médula espinal, el chip podría facilitar la recuperación de la movilidad, transmitiendo señales desde el cerebro directamente a los músculos o a las prótesis.

El objetivo de Neuralink es poder leer el cerebro en vivo; para ello utiliza redes neuronales inspiradas en la propia estructura cerebral, las cuales están compuestas por capas de nodos o “neuronas artificiales”. Estas capas, que se activan en respuesta a ciertos estímulos, están conectadas entre sí, de manera que la información se procesa en etapas, de forma similar a cómo las señales se transmiten entre neuronas en el cerebro.

De la misma manera que el cerebro se adapta y aprende de nuevas experiencias, las redes neuronales profundas, entrenadas mediante grandes cantidades de datos y algoritmos que ajustan las conexiones entre las neuronas artificiales, imitan el funcionamiento cerebral, lo que permite con el tiempo que el modelo mejore su precisión y eficacia. Del mismo modo que el cerebro humano es capaz de procesar información variada de manera simultánea gracias a su vasta red de conexiones, las redes neuronales pueden también realizar múltiples tareas de procesamiento en paralelo.

El caso de Neuralink es el más mediático, sin embargo, hay muchas compañías que están investigando en esta misma línea y que proponen una serie de avances potencialmente transformadores para personas con paraplejia, pérdida de visión, sordera, afasia, etc.

Las potencialidades de este tipo de tecnología son evidentes, sin embargo, también surgen preocupaciones en torno a la ética, la seguridad e incluso la viabilidad técnica. Éticamente, existe temor por la manipulación de pensamientos y acciones. La seguridad cibernética también preocupa, pues la idea de dispositivos conectados directamente al cerebro plantea riesgos significativos de ataques cibernéticos. Además, los efectos psicológicos y sociales de estas tecnologías y los posibles impactos de su uso a largo plazo en el cerebro son toda una incógnita.

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