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Mark Twain señaló que “una persona que no lee, no tiene ninguna ventaja sobre la que no sabe leer”

El aprendizaje de la lectura y su valoración requieren comprensión y diálogo crítico. CAMPANULA13/PIXABAY

A nadar, a besar, a jugar o a tocar el violín… se aprende nadando, besando, jugando o tocando el violín. Si alguien, además, nos da un buen consejo o nos corrige algún error, tanto mejor. Lo fundamental, en cualquier caso, es practicar. Todos los expertos en cualquier disciplina reconocen que sus capacidades habrían sido inútiles si no hubieran dedicado muchas horas a ejercitarlas.

Con la lectura sucede algo parecido: necesitamos practicar. No se trata solo de juntar letras para formar palabras o frases sueltas, sino de ser capaces de comprender el pensamiento de otra persona y de producir y comunicar el propio, lo cual también exige desarrollar habilidades para las que la repetición sistemática es imprescindible.

Una afirmación no es cierta o falsa porque esté escrita en un periódico, libro o sitio web, ni porque la haya contado alguna persona más o menos famosa. Para discernir la verdad que pueda encontrarse en lo que leemos, necesitamos contextualizarlo, saber quién lo ha escrito, cuando, por qué y para qué. Y no cabe duda de que esto implica, por nuestra parte, una actividad más consciente y esforzada, pero que nos permitirá una comprensión mucho más amplia y compleja.

La experiencia de la lectura suele darse vinculada a la conversación, el pensamiento, la escritura y, sobre todo, a la duda. Porque ‘leer’ un escrito, un paisaje, un acontecimiento político o deportivo, un video o una canción, supone algo más que repetir el estribillo. Exige también la actitud de posicionarnos frente a sus afirmaciones. Significa, asimismo, ‘conversar’ con ese ‘texto’, hacerle preguntas, escuchar y reflexionar sobre la posible exactitud de sus juicios y ser capaces de elaborar nuevas propuestas.

Las palabras o imágenes que encontramos cuando leemos un ‘texto’ no están muertas, nos incitan a sentir, pensar o actuar de un determinado modo, y nosotros podemos asentir sin más y aceptar su contenido o interrogarnos e indagar acerca de los hechos y argumentos que justifican los mensajes que ellas expresan. De ese análisis saldremos seguramente transformados, no en otros, sino en quienes, nosotros mismos, como individuos y como sociedad, queremos ser.

Algunos estudios afirman que la capacidad lectora de nuestros niños y jóvenes es insuficiente. Seguramente no se trata de que no sepan repetir en voz alta lo que dice un texto o incluso resumirlo. Lo que algunos no logran es extraer informaciones concretas, separar las ideas clave de las anecdóticas, dar razón de las mismas y, sobre todo, cuestionarlas.

Nos parece que, para resolver estos problemas, no necesitamos tanto un cambio de planes y programas de estudio, como la modificación de las relaciones, maneras de pensar y obrar de la sociedad. Dice un proverbio africano que “para educar a un niño hace falta la tribu entera” y, por ello, ésta tendrá que mostrarle que la lectura es una actividad escolar necesaria y, sobre todo, una práctica satisfactoria y divertida.

De hecho, la lectura nos acompaña en los momentos favorables y en los adversos, estimula la imaginación y favorece la capacidad de expresarnos. También nos permite conocer a distintos personajes, sus sentimientos, dudas o conflictos y, viendo cómo esos protagonistas resuelven sus problemas, podemos aumentar nuestra empatía e inteligencia emocional y mejorar nuestra capacidad para tomar decisiones.

El aprendizaje de la lectura y su valoración requieren, además, buenos ejemplos como los que nos ofrecen algunas familias, escuelas y tertulias literarias que se preocupan por la comprensión y el diálogo crítico y no solo por las altas calificaciones numéricas.Desgraciadamente, sin embargo, un número importante de nuestros niños y jóvenes no viven en un contexto social y económico que propicie estas situaciones, sino por debajo del umbral de la pobreza. Ello es, sin duda, una razón poderosa para explicar su débil capacidad lectora. Y también ahí tiene un papel definitivo tanto la escuela, como, especialmente, la estructura de la sociedad al completo.

Mark Twain señaló que “una persona que no lee, no tiene ninguna ventaja sobre la que no sabe leer”. En consecuencia, es bueno recordar que es fundamentalmente a través de la lectura de periódicos, revistas, cuentos, libros, plataformas digitales e incluso mediante videos, como podemos acceder a la información y contrastarla, para lograr desenvolvernos más libremente en nuestra actual sociedad globalizada y multicultural.

Firmado: COLECTIVO PENSAMOS
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