La lluvia concedió una tregua antes de la medianoche: sonaron los bombos y tambores de la Semana Santa y, a las doce en punto, rompió la hora anunciando la muerte de Jesucristo. Había muchas dudas sobre la celebración de la Rompida de la Hora, con la participación de las bandas de bombos y tambores de la Semana Santa de Jaca, pero finalmente sí que pudo efectuarse. No ocurrió lo mismo con la procesión de la Hermandad de la Oración de Jesús en el Huerto y la Cofradía de la Santa Cena, que se suspendió por el aguacero, que si bien no resultó intenso, si suficiente para no tener dudas respecto a la salida de los pasos a la calle, en una tarde más invernal que primaveral
La decisión de celebrar la rompida se tomó a última hora, en previsión de una posible ventana sin lluvia, como así fue. Es más, la temperatura subió varios grados y animó a la gente a salir a la calle conforme iba escuchándose el percutir de los bombos y tambores.
Al igual que ocurrió el año pasado, cuando se recuperó esta concentración nocturna después de los años de pandemia, la ilusión y las ganas de los hermanos –especialmente de los jóvenes y más pequeños– se palpaba en las caras de alegría que mostraban, y en la sonoridad de los toques que ejecutaron y a los que se habían entregado con empeño durante las horas de ensayo acumuladas, en muchos de los casos, desde comienzo de año. No hubo tiempo que perder, y minutos después de confirmar que sí se salía, los cofrades y hermanos ya ocupaban las calles y plazas del casco histórico.
Previamente a la Rompida de la Hora, como es la costumbre, exhibieron sus toques y su destreza en el manejo del bombo y el tambor en los emplazamientos habituales, y que son referencia en la noche de Miércoles Santo: la plaza de la Catedral, el Pasaje del Casino Unión Jaquesa, la plaza Marqués de la Cadena y la calle Mayor, junto a la casa consistorial. Los toques sonaron acompasados, subiendo y bajando de intensidad, suaves y estridentes, siguiendo la partitura y las directrices del hermano que capitaneaba cada banda dando las señales que marcaban el comienzo y final de cada pieza, la más corta de unos cuatro minutos de duración, la más larga, rozando los diez.
En torno a las bandas, fueron formándose corros de personas, algunas sorprendidas al descubrir esta tradición de la Semana Santa de Jaca que presenciaban por primera vez; otras, animadas de poder acompañar a las bandas en una noche de exaltación, agitación y efervescencia sonora.
La Rompida de la Hora es de reciente raigambre en Jaca. Hunde sus raíces en las manifestaciones de bombos y tambores del Bajo Aragón, donde se celebran en Jueves Santo, excepto en Calanda, cuyo toque inicial se hace coincidir con el mediodía del Viernes Santo. Tras las exaltaciones por las calles y plazas, las bandas de las cofradías y hermandades se reunieron en torno a la plaza de San Pedro, para romper la hora: un estrépito sonoro que quiebra el silencio y que anuncia la muerte de Cristo. Se rompe la hora para recordar el estruendo que se escuchó en la Tierra tras la muerte del Mesías.
Es un momento de alta tensión emocional, en el que se libera toda la energía interior, y sirve también para demostrar el genio y talento en el toque del bombo y el tambor, por medio de los redobles y repiques que van encadenándose sin apenas descanso. El toque de estos instrumentos de percusión es al mismo tiempo un arte individual y colectivo, donde el ritmo tiene que ser acompasado, tanto cuando el toque es suave o, por el contrario, brioso y estruendoso.
Y así fue, de nuevo, en la madrugada del miércoles al jueves; y así lo entendieron los hermanos que tocaron sin pausa durante diez minutos, tras recibir la señal lanzada por los hermanos a los que esta vez les correspondía dirigir la rompida, todos ellos pertenecientes a las bandas que acompañan al Cristo Resucitado en la procesión del Domingo de Resurrección, que era la encargada este año del pregón y de la organización del programa de la Semana Santa. Y así lo dispuso esta vez la providencia, para que cesara la lluvia entre las diez y la una de la madrugada, y para que los bombos y tambores pudieran envolver con su sonido la noche jacetana.