“Con la creciente presencia de la IA en nuestro día a día, surge una pregunta crucial: ¿quién decide los valores y principios que rigen estos sistemas? La lucha por dominar el control ideológico de la IA ya está en marcha, y aquellos que logren imponer su visión tendrán una ventaja decisiva en la configuración del pensamiento de futuras generaciones”
La guerra por el control ideológico de la IA ha empezado.
A medida que la IA (inteligencia artificial) se integra en nuestras vidas, la cuestión de cómo y quién determina los valores y principios que guían a estos sistemas cobra una importancia sin precedentes en el control de la opinión pública. La guerra por el control ideológico de la IA ha empezado, y quien logre posicionarse tendrá mucho ganado para moldear las mentes de las nuevas generaciones.
Hace unos meses, dediqué varios artículos a cómo las redes sociales habían democratizado las fake news, conformando la era de la Post Verdad. Todo se cuestiona y se pone en duda; nadie sabe qué es real y qué es inventado. Lo que está ocurriendo ahora es más grave y va un paso más allá: la verdad absoluta. En un mundo donde la información es poder, el control sobre las fuentes de datos que alimentan la IA es un elemento muy poderoso para influir en la opinión pública.
A finales de 2023, el New York Times fue el primer medio en demandar a OpenAI y Microsoft, asegurando que ChatGPT había utilizado de forma ilegal miles de sus contenidos en su entrenamiento. Miles de artículos, videos e imágenes con derechos de autor, de ahí la demanda, aunque en realidad hay en juego algo mucho más valioso que la propiedad intelectual.
Parece que el acuerdo económico entre ambas partes está cerca de producirse. No solo eso, el contenido del NY Times se convertirá en la base informativa con la que ChatGPT genere respuestas cada vez que sea consultado sobre ciertos temas. En Europa, OpenAI está alcanzando acuerdos similares con grandes grupos de comunicación para usar sus contenidos en el entrenamiento de las futuras versiones. Un solo proveedor por país; en Francia será Le Monde, en España, el grupo Prisa.
Al limitar sus fuentes a un proveedor por país, es evidente que las respuestas sobre ciertas cuestiones van a ofrecer una visión totalmente sesgada. Una visión del mundo acorde a la línea editorial de los medios de los que se nutre y que contradice el discurso de neutralidad del que hasta hace poco hacía gala Sam Altman (CEO de OpenAI), cuando aseguraba que ChatGPT dispondría de diversas orientaciones ideológicas o editoriales en función del usuario. Esto es algo que plantea interrogantes sobre la diversidad de perspectivas y la imparcialidad de la información que ChatGPT puede ofrecer.
La capacidad de la IA para generar contenido persuasivo y convincente, basado en fuentes seleccionadas, será utilizada sin duda para reforzar una serie de narrativas con las que moldear la percepción pública sobre ciertos hechos. Una homogeneización de la información que limita la exposición de los usuarios a cualquier punto de vista que no sea el oficial, que elimina cualquier discrepancia y excluye cualquier perspectiva contracultural.
El debate sobre el control ideológico y su neutralidad debería estar en el centro de nuestras preocupaciones, impulsando una reflexión crítica sobre el impacto de estas tecnologías en la sociedad y la importancia de salvaguardar la diversidad de pensamiento.