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“Aunque todavía lejana, la AGI ya se perfila como un avance revolucionario, pudiendo aprender de forma autónoma y aplicar sus conocimientos a una amplia gama de tareas. Esta capacidad no solo promete innovaciones tecnológicas sin precedentes, también soluciones creativas y efectivas a problemas globales”

LA AGI promete soluciones capaces de hacer frente a problemas globales.

En el artículo anterior, hablaba sobre el lanzamiento de SORA, el modelo de IA desarrollado por Open AI que pretende revolucionar la creación de contenido audiovisual. Más allá de la espectacularidad de los vídeos o la facilidad de uso, lo más llamativo es su capacidad para aprender, entender y aplicar conocimientos de forma autónoma, propiedades propias de la AGI (Inteligencia Artificial General). Todavía estamos lejos de la AGI, sin embargo, SORA nos da algunas pistas de lo que está por venir.

Su capacidad se basa en algoritmos de aprendizaje automático que han sido entrenados con grandes conjuntos de datos con los que interpreta instrucciones de texto y las convierte en vídeos. Este proceso implica un grado de “entendimiento” del lenguaje natural para generar imágenes coherentes con las instrucciones recibidas. Sin embargo, este “entendimiento” está estrictamente relacionado con una tarea específica, la creación de contenido audiovisual.

A diferencia de las IA actuales, que son capaces de resolver un problema o realizar una tarea concreta, la AGI es capaz de comprender, aprender y aplicar su inteligencia a una amplia gama de tareas. Esto significa que puede realizar actividades diversas, desde una composición musical hasta la resolución de problemas matemáticos, pasando por la creación de código informático, gestionar operaciones económicas o tomar decisiones éticas, con la misma eficiencia y adaptabilidad que la inteligencia humana.

La AGI, por tanto, no solo imita la capacidad de un humano para realizar una tarea específica, también emula la versatilidad y creatividad de nuestro pensamiento, permitiéndole transferir conocimientos y habilidades adquiridas en un área, a otras totalmente distintas. Esta es la principal característica que distingue a la AGI de las IA actuales, las cuales están especializadas en una acción concreta, y por tanto están más limitadas.

La capacidad de la AGI para resolver problemas complejos podría ser uno de sus mayores aportes a la humanidad. Gracias a su capacidad para modelar escenarios y prever las consecuencias de diferentes acciones sería de un valor incalculable para la toma de decisiones en retos como el cambio climático, la desigualdad o la gestión de recursos.

Campos como la salud o la educación se pueden ver transformados por completo, y en el ámbito de la innovación tecnológica, la AGI puede ser un motor sin precedentes gracias a su capacidad para comprender y mejorar los procesos tecnológicos, acelerando el desarrollo de nuevos sistemas, desde la computación cuántica hasta las energías renovables. La AGI podría identificar soluciones innovadoras a problemas técnicos complejos, acortando los ciclos de investigación y desarrollo y facilitando saltos tecnológicos que hoy no somos capaces siquiera de imaginar.

El camino hacia la AGI tiene un potencial enorme para redefinir tanto nuestra forma de vida, como el propio concepto de ser humano, otra cosa es el uso que nuestra condición humana decida darle.

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