“Más que ver, salimos del acto con el convencimiento de que teníamos que volver a aprender a mirar”
Asistentes a la presentación del documental en una imagen facilitada por las autoras del artículo.
Faltaron sillas para acomodar a todos lo que se acercaron a disfrutar el documental Lux sacra. La mirada del sol, el pasado 2 de febrero en la UNED de Sabiñánigo. Coincidimos allí con más de cien personas de toda condición y el presentador tuvo la humorada de catalogarnos a los que éramos estudiantes (desde los de bachillerato hasta los de la experiencia) como las primeras autoridades a los que agradecer su presencia, por delante de los concejales y de la alcaldesa, que también asistieron.
Nadie nos advirtió, cuando fuimos invitadas a la proyección del documental, de lo que veríamos. Porque más que ver, salimos del acto con el convencimiento de que teníamos que volver a aprender a mirar. Tras las breves palabras de presentación de José Miguel Navarro y Eduardo de la Cruz (el autor de la idea original y el director de la película, respectivamente, aunque la guionista Amalia Sesma-Nuez también asistió), se apagaron las luces de la sala y nos asombraron las luces de la pantalla. Unas luces simbólicas y en movimiento en los mágicos lugares de Agüero, Loarre, San Juan de Busa, la catedral de Huesca…; pero también de León, el Escorial, el templo de Debod… Los autores nos llevaron de viaje para que descubriéramos con sus luces nuestra luz interior, la que volverá a iluminar nuestro mirar.
San Juan de Busa (iglesia y detalle de la ventana con arquillos), en las dos imágenes superiores; exterior del ábside del monasterio de Obarra, en la Ribagorza (centro), y capitel de la iglesia de Santiago de Agüero (imágenes, inferiores, la última iluminada por el sol en el solsticio de invierno). EL PIRINEO ARAGONÉS y ANTONIO CABALLÉ (Agüero, solsticio de invierno)
Nos parecieron muy sorprendentes las buenas ambientaciones dramatizadas y el hacer de los actores (¡una de ellas es Merche, la madre de nuestra compañera Sara!) y nos parecieron de mucha ayuda las explicaciones cercanas de los profesores e investigadores que intervienen. Por ejemplo, Javier Sierra, García Omedes…, o el que fue alumno de nuestro instituto y profesor que conocemos bien, Domingo Buesa.
Pero el asombro llegó cuando comprendimos con melancolía que el símbolo, la magia y la belleza de la luz fueron utilizados de manera constante por nuestros antepasados, desde el paleolítico hasta al menos el barroco (el caso del parque del río Vero y San Martín de Lecina aúna estos dos momentos), pero que ahora hemos perdido todo ese conocimiento. Por las bombillas y los cierres de alabastro de los vanos, como denunció José Miguel en el coloquio posterior; pero sobre todo por la ceguera del mundo moderno que, como no quiere acostumbrarse a la necesaria oscuridad, es también incapaz de apreciar la luz. Los creadores de documental, curiosos sabios con pinta de escuchar mucho a Ska-P o a la Ronda de Boltaña, prometieron que el proyecto sigue vivo y que falta grabar la luz de los lugares mágicos de Jaca o que en breve se publicará un libro que explicará todos estos descubrimientos luminosos. Esperaremos a oscuras a que nos cambien las bombillas.