Contenedor de papel quemado el pasado sábado en el Paseo de la Constitución en una imagen publicada por la Policía Local en las redes sociales.
“El puente de San Miguel, de nuevo foco de actos vandálicos. Varias losas que cubren los pretiles han sido arrancadas y lanzadas al río”, informaba este periódico hace unos días. Y, poco después, en el puente zaragozano de San Valero, ardieron unos contenedores en el Paseo de la Constitución. Confiando en la probada eficacia de nuestros medios policiales, cabe especular, de no repetirse actos de este tipo en la zona, que sus autores fueran foráneos y la mejor pista para localizarlos podría ser seguir la geografía de actos similares.
Explorando en internet o con colegas, veo que tales actuaciones responden a personalidades psicopáticas de origen biológico y son trastornos antisociales de la personalidad. Si se trata de una enfermedad congénita, antes que hablar de culpa y, aparte de la importancia de su localización, considero oportuno alertar a la ciudadanía normal a dar la debida importancia a quienes avivan la llama del enfrentamiento y del odio. Quienes convocan actos como el apaleamiento de un muñeco ante la sede del partido socialista no son precisamente psicópatas, pero crean un clima ideal para que lo son se encuentren a sus anchas. Los que incendian las calles y los medios merecen, más que nadie, medidas legales adecuadas.