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125 AÑOS

Noviembre 1998

Santiago Ramón y Cajal en una fotografía de época.

El importante periódico madrileño El Liberal viene desde hace tiempo insertando los juicios que, a las distintas personalidades salientes de la política, de las ciencias, del comercio y de todas las clases de la sociedad, merece la actual situación de España, y los remedios que entienden necesarios para sacar a la patria de la terrible crisis por que atraviesa y conducirla por el camino de su redención.

Ha tocado en turno hablar a nuestro paisano el histólogo más eminente del mundo, don Santiago Ramon Cajal, y lo ha hecho con una sinceridad hermosa y demostrando el clarísimo talento que lo ha elevado a la envidiable posición, que hoy en la ciencia ocupa, y ese espíritu práctico que caracteriza a los hijos de esta tierra aragonesa.

Atribuye Ramon Cajal las causas de nuestros desastres al envío de 200.000 jóvenes, casi niños, a Cuba, en lugar de haber mandado 50.000 hombres sólo, pero bien equipados y alimentados.

La destitución de Martínez Campos, el nombramiento de Weyler y la aceptación de la guerra con los Estados-Unidos, entiende el eminente médico que son también concausas del muy deplorable estado a que la patria ha sido conducida.

El remedio a tanta desdicha cree nuestro paisano que debe buscarse en la renuncia a toda empresa guerrera, en cambiar ese progreso artificial y aparente, que hoy domina en España, por otro real y positivo; en renuncia a la ilusión de que podemos gobernarnos por las mismas leyes, formas de gobierno y procedimientos que las razas de otro origen y de otros temperamentos que la nuestra, y por último en sacudirnos de encima esa falsa creencia de que tenemos estadistas, literatos, científicos y militares, cuando, salvo honrosas y raras excepciones, no tenemos más que casi estadistas, casi literatos, etc.

Entiende que hay que reformar nuestra Historia para no ilustrar y no educar a nuestra juventud en esas falsas creencias, determinadas por la exageración a que han sido levadas las hazañas de nuestros antepasados y las glorias de nuestros artistas y de nuestros sabios, añadiendo que precisa a todo trance no llamar ilustrado al político fracasado ni valeroso al general que pierde las batallas sin deber perderlas. Después pide una completa transformación en la enseñanza en dichas asignaturas (…) “Hay que crear ciencia original en todos los órdenes del pensamiento: filosofía, matemáticas, química, física, biología, sociología… Tras la ciencia original vendrá la aplicación industrial de los principios científicos, pues siempre brota al lado del hecho nuevo la explotación del mismo, es decir, la aplicación al aumento y a la comodidad de la vida. Al final, el fruto de la ciencia aplicada a todos los órdenes de la actividad humana, es la riqueza, el bienestar, el aumento de la población y la fuerza militar y política” (…)

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