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“La IA tiene el potencial de revolucionar la educación, ofreciendo aprendizaje personalizado e inclusivo, sin embargo, la intervención de la Administración Pública plantea preocupaciones. Históricamente, la administración ha malversado fondos en tecnología, con proyectos obsoletos y sin mantenimiento adecuado. Por otro lado, el control de los algoritmos de IA en educación va a ser una de las grandes batallas políticas en los próximos años”

El estudiante que no sea capaz de cuestionar la IA, será fácilmente manipulable por ésta.

En artículos anteriores hemos visto cómo la IA (inteligencia artificial) está llamada a transformar por completo la educación. Herramientas capaces de ofrecer un aprendizaje más inclusivo, más equitativo y más centrado en la persona; pero, ¿cuál ha de ser el papel de la Administración Pública en su implementación?

Pienso que la administración pública debería quedarse fuera por dos razones principales, la primera de ellas es no malversar dinero público.

Por desgracia los ciudadanos nos hemos acostumbrado a que nuestro dinero se malverse a espuertas sin que pase nada. Webs obsoletas y sin tráfico, campañas sin público objetivo o promociones turísticas sin ROI (retorno de la inversión) son solo algunos de los ejemplos de cómo la administración pública dilapida el dinero de los contribuyentes. Si ya de por sí, esta malversación es habitual en toda la administración, en el campo tecnológico es todavía más sangrante.

La administración pública, debido a su propia idiosincrasia se encuentra con obstáculos que en el sector privado no son tan comunes. Los organismos gubernamentales, con su burocracia, hacen que todo el proceso, desde la licitación hasta la implementación, sea desesperadamente lento. En un sector como el tecnológico, donde todo evoluciona a una gran velocidad, lo normal es que cuando se implementa una solución, se haya quedado obsoleta. Por el contrario, cuando el sector privado invierte en tecnología lo hace pensando en un ROI positivo, es decir, en un retorno superior al capital invertido.

Otro obstáculo es que la administración pública se embarca en proyectos en los cuales, por norma general, las partidas de mantenimiento brillan por su ausencia.

Durante el desarrollo y la posterior evolución de un proyecto tecnológico en una empresa, ésta dispone de profesionales especializados, mientras que la administración no cuenta con ese nivel de especialización, algo que indudablemente se refleja en la toma de decisiones.

Otro factor determinante es la resistencia al cambio ejercida por personas con un gran poder dentro de un determinado departamento, mi experiencia me dice, que en muchos casos se antepone el interés personal al general.

Si evitar el despilfarro de miles de millones de euros anuales por parte de la administración es ya de por sí una razón más que suficiente como para que los políticos se queden fuera de este proceso, todavía hay una razón mucho más importante. Dominar la educación.

Es algo utópico pensar que las personas que actualmente nos gobiernan puedan alcanzar un pacto de estado sobre educación e IA. La posibilidad de implementar modelos de IA que puedan estar sesgados en función de una serie de intereses es algo muy jugoso. Es utópico pensar que la política no va a ejercer su control sobre los algoritmos. En función de la moral, ideología, o intereses económicos.

La educación es uno de los pilares fundamentales sobre los que se moldea la sociedad. La irrupción de la IA en el ámbito educativo, nos introduce en una nueva dimensión.

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