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“Muchas secuencias se me han quedado grabadas, muchos recuerdos, y al sobrevolar el Mediterráneo, ya de vuelta, entiendes cómo muchos africanos se la juegan en pateras en busca de esa ansiada Tierra Prometida”

Pirámides de Guiza. NADINE DOERLÉ/PIXABAY

Egipto ha dejado de ser para mí ese país desconocido, lejano, misterioso. Se ha hecho realidad y he podido cumplir el sueño de ver in situ todas esas imágenes, esculturas, bajorrelieves que llevo grabados a través de los libros de texto. Me he extasiado al contemplar los templos de Abu Simbel, Kom Ombo o el de Edfu. He ido de sobresalto en sobresalto, soportando altas temperaturas, mitigadas con botellas y botellas de agua. Sobrecogedor resulta a la vez que recogido y misterioso el Valle de los Reyes, introduciéndome, cómo no, en la tumba de Tutankamón, los Colosos de Memnón y otros más. El Nilo, imponente y señorial, sacia la sed y riega miles de hectáreas a su paso, convirtiéndolas en cultivables y productivas. Ya en El Cairo, resulta asombroso contemplar las pirámides de Guiza: Keos, Kefrén y Micerinos, accediendo a la tumba funeraria de esta última. No doy crédito, me froto los ojos y realmente veo que es cierto, miles de años, todo un ciclo de historia ante mí. Visito también el Museo (echo de menos la piedra Roseta, que está en el Museo Británico y el busto de Nefertiti en el Museo Nuevo de Berlín) convertidas estas piezas en iconos de sus respectivos museos, la ciudadela de Saladino, la Mezquita de Alabastro o la Esfinge.

Ya en Alejandría, ciudad importante en la historia, siento que se ha quedado huérfana al haber desaparecido sus referentes: la Biblioteca y el famoso Faro.

Durante este periplo, Egipto, histórica, arqueológica, monumentalmente me ha transportado, pero tiene una cara B desde el sur hasta el norte que ha sido el itinerario realizado. Presente está la pobreza, basura por todas partes, zonas insalubres, escombreras, coches abandonados, edificios derruidos y muchos inacabados (esta situación última debido a tradiciones y circunstancias familiares). Y esto ocurre, tanto en el interior de las ciudades como en los arrabales o en las zonas rurales, Y a mí me ha dolido, lo he sentido y me ha dejado tocado, máxime al ver tantos niños harapientos, descalzos, callejeros… cuya profesión es pedir. Siempre tendiendo la mano abierta, con una sonrisa perenne, me han influido de tal manera que han conseguido que me haya llevado de este país un sabor agridulce. Muchas secuencias se me han quedado grabadas, muchos recuerdos, y al sobrevolar el Mediterráneo, ya de vuelta, entiendes cómo muchos africanos se la juegan en pateras en busca de esa ansiada Tierra Prometida. Por favor, miremos al Sur y no les demos la espalda. Es necesario buscar una solución.

Firmado: MARIANO AGUAS JÁUREGUI
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