Para ver este sitio web deber tener activado JavaScript en tu navegador. Haz click aqui para ver como activar Javascript

La DGA ha publicado una muy interesante edición facsímil de la regla del monasterio de Santa María de Sigena en su versión en aragonés del siglo XIII

Uno de los textos del libro en romance aragonés que se recogen en el facsímil.

POR JAVIER LÁZARO | Bajo la coordinación del director del Archivo Histórico Provincial de Huesca, Juan José Generelo, un grupo de prestigiosos especialistas como son: Carlos Laliena, de la Universidad de Zaragoza; Guillermo Tomás, del Archivo de la Corona de Aragón; Alejandro Ríos, de la Universidad Complutense, y Alberto Cebolla, del Conservatorio Superior de Música de Castilla y León, presentan una serie de textos en los que se van desgranando diversos aspectos relativos a la vida del monasterio con los que tratan de ayudar a comprender el contexto en el que hay que situar el facsímil.

Parece conveniente considerar, en primer lugar, que no estamos ante un monasterio como otros sino ante un caso realmente singular, como lo fue el de Sigena desde su fundación en el siglo XII, hasta la actualidad. Y, por otra parte, conviene tener en cuenta también que este tipo de monasterios, además de los tesoros artísticos que han ido acumulando a lo largo de su historia –no siempre bien conservados–, hay que verlos como centros que ejercieron una importante influencia no solo religiosa, sino también económica y política, en la sociedad en la que se desarrollaron a lo largo de los siglos; son, por tanto, una inapreciable fuente de información. Así, en su estudio, hemos de contemplar tanto los valores artísticos como los históricos que han acumulado.

El monasterio de Sigena tiene sus orígenes en torno al año 1180; en unos momentos en los que la Corona de Aragón tenía ya su primer rey con ese título de hecho y de derecho: Alfonso II –hijo de la reina Petronila y del conde Ramón Berenguer IV, quien había sido soberano de la Corona, pero no había tenido título de rey–. Alfonso II se había casado con Sancha de Castilla y fue esta reina la promotora de la fundación –en plenos Monegros– de un monasterio femenino dentro de la orden de San Juan del Hospital. Un monasterio, que, además de ser el primero femenino de esa orden, nació con un elevado grado de autonomía dentro de ella y con respecto a la Capellanía de Amposta, que era la autoridad superior de la orden en la zona.

El catedrático de la Universidad de Zaragoza Carlos Laliena nos desvela las principales motivaciones y las acciones emprendidas por la reina hasta hacer realidad un monasterio real, que fue destinado a ser un panteón real y como tal dio cobijo al sepulcro de la reina Sancha y a los de otros miembros de la familia real de esa y de posteriores generaciones.

El monasterio se diseñó para acoger a las mujeres de la más alta nobleza aragonesa, las dominas o sórores, y también a las niñas de esa nobleza que eran enviadas para ser educadas en él, las puelle o escolanas. Un monasterio que disponía de un enorme patrimonio que lo convertía en un auténtico señorío dependiente exclusivamente de la reina y con una gran independencia de la orden del Hospital. Así, su órgano superior de la institución en la zona –la castellanía de Amposta– no podía intervenir en la elección de la priora, ya que esta función recaía exclusivamente en las sórores. Sigena fue el primer monasterio femenino de la orden del Hospital y un modelo que trataron de seguir otros.

Portada de la edición facsímil editada por la Diputación General de Aragón.

Para la organización y funcionamiento del monasterio, la reina Sancha encargó la elaboración de la regla del mismo al arcediano Ricardo, quien posteriormente fue obispo de Huesca. Ricardo desarrolló una regla estructurada en sesenta artículos que establecían la organización y las normas de convivencia de la comunidad. Una regla que resultaba ser mucho más estricta que las de otros cenobios femeninos.

La redacción de la regla en latín seguía, como señala Guillermo Tomás, el criterio vigente para la documentación litúrgica – cargada de sacralidad–, como era una regla monástica. En la de Ricardo –de 1188– se delimitaba perfectamente este uso del latín en diversas situaciones y aspectos. Unas décadas después, la comunidad de Sigena vio la necesidad de transcribir esa regla de Ricardo a la lengua romance, el aragonés.

La accidentada historia del monasterio de Sigena ha provocado que gran parte de su documentación se haya perdido y el resto se encuentre dispersa por diversos archivos en Huesca, Madrid, Barcelona, Zaragoza…

En la Biblioteca de Cataluña, en Barcelona, se encuentra conservado un pequeño libro de 36 hojas de pergamino de buena calidad, escrito en tinta a tres colores y miniado, con su texto en aragonés medieval y en cuya primera página aparece una anotación moderna que dice:

Regla Sacra de Sixena que la señora reyna mandó componer en latín a Ricardo, obispo de Huesca, y después la misma señora reyna la traduxo en romance como se sigue.

Si bien parece que, y siguiendo a Guillermo Tomás, los rasgos paleográficos contradicen esta anotación moderna situando su datación con posterioridad, después de fallecer la reina Sancha, sí que el documento se puede fechar a finales del siglo XIII.

La existencia de la versión traducida al romance aragonés de este documento tan importante nos pone de manifiesto que en esas fechas la implantación y la consideración social del aragonés era tan importante como para competir con el latín y sustituirlo en textos de elevado rango como una regla monástica, además de mostrarse como necesario para que las dominas o sórores fueran capaces de entender con el detalle y la precisión necesarias las normas que imponía la regla.

Otro documento importante para situar la historia de la lengua aragonesa.


Nota. La DGA ha facilitado la descarga del libro en PDF, en: https://culturadearagon.es/publicaciones/la-regla-del-monasterio-de-santa-maria-de-sigena/

No hay comentarios todavía

Los comentarios están cerrados