«En pocas semanas votaremos y algunas personas, poco dispuestas a analizar las repercusiones de la convocatoria, se abstendrán»

Carteles de los candidatos a las próximas elecciones municipales y autonómicas en Jaca. EL PIRINEO ARAGONÉS
Desde la recuperación de un sistema democrático en España han alternado en presidir el Gobierno, sin mayorías absolutas a veces, dos partidos. Fue un período, hasta lo de Lehman Brothers, de estabilidad y progreso sin precedentes en nuestra historia: un modelo de bipartidismo atenuado similar al de los grandes del bloque occidental, excepto Italia, Allí, la ruptura del bipartidismo provocó durante decenios cambios de Gobierno cada pocos meses o años hasta que llegó Berlusconi, cuya Ley Electoral concedía una prima de 50 diputados al partido más votado.
En España, ya en 2015, amagó el PP con cambiar el sistema electoral para que gobernase la lista más votada. La cosa “sonaba bien”: se supone que convenía a sus intereses electorales y podría beneficiar también al PSOE al reforzar de forma contundente un bipartidismo con los conservadores, Cataluña y el País Vasco aparte. Aquel amago del PP se repite ahora insistentemente ante las elecciones de este año. A muchos “apolíticos” o personas poco dispuestas a analizar las repercusiones de la medida, les seguirá sonando bien. En el Parlamento la medida tendría asegurada la mayoría si conservadores y socialistas la apoyaran, lo que no creo que hiciesen ni unos ni otros por sus temibles repercusiones. Creo que la propuesta solo pretende eso: “sonar bien” y parecer muy democrática. Como no es esta una campaña electoral cualquiera, pienso que no está de más opinar para tratar de aclarar de forma objetiva algunas cuestiones relacionadas con la susodicha propuesta.
Primero: la más inmediata y previsible de las consecuencias sería la reacción airada de los partidos no nacionalistas, minimizada o desaparecida su presencia en las instituciones. Recuerden que los indignados del 15-M, justo antes de unas elecciones, lanzaron la consigna de no votar al gobierno ni a la oposición y dieron la mayoría absoluta al PP, cuyos partidarios votaron en bloque. Segundo: La lista más votada, sin primas especiales, difícilmente gobernaría si la suma de las dos siguientes, por ejemplo, obtuviese más diputados. El PP dijo que el PSOE ya lo propuso, pero lo que propusieron los socialistas fue que, si en la primera elección ningún partido obtenía mayoría absoluta, habría que recurrir a una segunda vuelta entre los dos más votados. Así se elegiría, siempre por mayoría absoluta, un gobierno estable. Como en Francia y otros países en elecciones presidenciales o parlamentarias. En algunos estados gana en primera vuelta el candidato que consigue más del 45% de los votos o más del 40%, con una diferencia de más de 10 puntos con el segundo candidato. Lo que se considera que sirve para maximizar la legitimidad de origen. Cualquier porcentual inferior a 40% no consagrará ganadora a ninguna fórmula y la elección se dirimirá en segunda vuelta entre los dos más votados.
En pocas semanas votaremos y algunas personas, poco dispuestas a analizar las repercusiones de la convocatoria, se abstendrán. Los que voten tratarán de propiciar con su voto los equipos de gobierno municipal o regional que crean más convienen al conjunto de sus habitantes o a sus intereses particulares. Para el reparto de cargos se aplicará la ley d’Hont, el sistema electoral vigente en España, que asigna los representantes en proporción al número de habitantes y divide el número de votos de cada partido entre el número de electos con los que cuenta cada circunscripción. El sistema favorece a las candidaturas más votadas, sean de un partido o una coalición. En España y en este momento, la proliferación de candidaturas en el espacio de la izquierda las perjudica, por tanto, notablemente. Y como la ley favorece a los lugares más poblados, se estableció a escala nacional un sistema compensatorio de reparto que ha supuesto que los diputados de las provincias menos pobladas logren sus actas con muchos menos votos.
Cuestiones, todas ellas, muy a tener en cuenta ahora y en la convocatoria electoral de fin de año, cuando se verá si se producen y hasta qué punto, coaliciones entre partidos más o menos afines. Otra consideración importante es la repercusión en cada caso de candidaturas del estilo “Viva mi pueblo” o de una asociación local, que con una presencia mínima pueden condicionar la política del lugar a cambio de la presencia de su cabeza de lista con sus dietas y asignaciones. En la misma línea, pero a un nivel más ambicioso y respetable estarían las candidaturas de algunas provincias de la España rural, emulando el éxito relativo de “Teruel existe”.
También es conveniente saber, dada la insistencia del PP en priorizar en campaña la convivencia del Gobierno con Bildu, que el Gobierno solo ha llegado a algunos acuerdos puntuales con ellos, y se oculta que Javier Maroto, siendo alcalde de Vitoria y portavoz en el Senado por el PP, se sumó al exdirigente del PP de Guipúzcoa Borja Sémper en su defensa de pactar con Bildu. Ahora el PP ha calificado de bulo las palabras de Sánchez, al que llaman “el mentiroso”: «Ha dicho que Maroto pactó con Bildu y es falso”, aseguran. Pero lo cierto es que Maroto pactó con Bildu e incluso defendió esos pactos, deseando que cundiese el ejemplo, según El Mundo de aquellas fechas. Maroto es ahora senador por designación de las Cortes de Castilla y León.
Puesta la mesa, hagan juego, voten después de informarse, pero voten. Si no quieren que Vox se coaligue con el PP, no voten a Vox y voten al PP. Si no quieren que el voto de Bildu propicie un Gobierno del PSOE en coalición con otros, voten al PSOE, o en todo caso a Sumar, si consigue una coalición electoral importante.
Todo lo escrito es mi modesta opinión en favor de la estabilidad política de España.