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125 AÑOS

Mayo 1898

Una caricatura de la época que describe el interés que Estados Unidos tenía con hacerse con el control de la isla de Cuba.

¡Viva España!… Hé aquí las palabras que desde hace ocho días pronuncian sin cesar, delirantes de entusiasmo, los labios españoles: hé ahí el grito que lanzamos todos desde el fondo de nuestro corazón, el sentimiento que embarga nuestro ánimo, la oración que fervorosamente dirigimos a los cielos, el óbolo que depositamos sobre el ara santa de la patria. No nos arredra el peligro, ni nos asalta la duda, ni nos intimida la osadía de ese pueblo infame de cerdos, que, cual el bandido que armado de un trabuco asalta en la carretera al pobre y al rico sin distinción de sexos ni edades, nos conmina con sus cañones para que abandonemos y les entreguemos un pedazo de nuestro territorio, el más rico florón de la corona de Castilla, de aquella corona que ciñó las sienes de Isabel la Católica, la inmortal reina que constituyó con generoso desprendimiento a que llegase un rayo de luz, de civilización y cristianismo á esta tierra que hoy pisan traidores y desagradecidos yankées.

Desde el momento en el que Senado y la Cámara de representantes de la república norte-americana, reunidos en congreso, acordaron reconocer á Cuba libre e independiente y exigir al Gobierno español que renuncie inmediatamente á su autoridad y gobierno en aquella isla y retire de allí sus fuerzas terrestres y marítimas, so pena de que los Estados Unidos se apoderen de Cuba, se comprendió que la guerra era inminente. Las llamadas enfáticamente grandes naciones europeas, nos dejan en triste desamparo entregados á nuestras propias fuerzas sin que, al parecer, les impresionase la desvergüenza, sin semejante en la historia, que revela el acuerdo de las Cámaras de esa república de tocineros, indios y aventureros. Todavía a última hora confiaban algunos candidatos en la favorable intervención de la diplomacia ó que Mac-Kinley no sancionaría el proyectado latrocinio. Pero todo era vana ilusión forjada en imaginaciones calenturientas. Mac-Kinley aprobó inmediatamente la joint-resolution de las Cámaras y acordó con su gobierno enviar al de España un ultimátum para que en el término de 48 horas abandonase la isla de Cuba (…)

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