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Desde lo más profundo de la Edad Media se tenía por seguro que un hombre armado con su lanza, espada o maza y montado a lomos de un caballo era un arma muy terrible. Las ventajas de la Caballería por su altura, fuerza y peso, unidas a que el jinete fuera cubierto con una loriga, cota de malla o armadura, marcaban notablemente la diferencia en un enfrentamiento armado o en una escaramuza. Su potencial bélico era equivalente a un carro de combate actual.

Artículo de JUAN CARLOS MORENO.

Fotografía superior: Antonio Cano después de la batalla. NÓEL OLASO. En portada, Juan Ignacio Sánchez-Cruzar de conde Aznar y monturas militares. 1971. ARCHIVO HERMANDAD DEL PRIMER VIERNES DE MAYO
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