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Una estafa celestial (Playing God, 2021)

Duración: 95 min. País: Estados Unidos. Dirección:Scott Brignac. Guion: Scott Brignac. Música: Joshua Moore. Fotografía: Cody Bess. Reparto: Hannah Kasulka, Luke Benward, Jude Demorest, Alan Tudyk, Michael McKean, Marc Menchaca, Leighton B. Allen, Raoul Canoli, Elle LaMont, Iheanacho ‘Ike’ Orabuchi. Productora: Watershed Motion Pictures, Ralph Smyth Entertainment.

Micah (Luke Benwa Hannah Kasulka, Luke Benward rd) y Rachel (Hannah Kasulka), una pareja de hermanos estafadores, reclutan a su antiguo mentor, Frank (Michael McKean), para intentar la mayor estafa de sus vidas: convencer a un multimillonario afligido de que pueden presentarle a Dios cara a cara.

No sabríamos explicar la razón por la que las películas de estafas, de engaños, en las que unos truhanes consiguen embaucar y robar dinero a otros, atraen a casi todo el mundo. Realmente esto ataca a nuestros principios morales, sabiendo de antemano que es ilícito, que no está bien; pero eso no quita que sigan existiendo producciones en las que los malos roban, y casi nos sentimos orgullosos de verlo en pantalla. Estamos ante un film del desconocido Scott Brignac, que al más puro estilo de El golpe (George Roy Hill con Robert Redford, Paul Newman). Brignac escribe una comedia con tintes dramáticos inteligente, y para tomarla con mucho sentido del humor. Hacer creer a un multimillonario que podrá hablar con Dios, a través de ellos. No faltan reflexiones teológicas, incluso que los propios protagonistas se hagan preguntas sobre la existencia de Dios, y de cómo puede un ser supremo permitir que ocurran sucesos trágicos en la vida de los hombres. Plantear que los estafadores tengan ética, o que se cuestionen si están obrando bien, no creo que lo hayamos visto antes. La sinceridad de los estafadores al reflexionar sobre el dolor, o la religión, es uno de los aspectos más interesantes de la película. A la vez, la capacidad de quien quiere creer en algo, por estar desesperado, o por necesitarlo para dar un sentido a su vida, aunque parezca descabellado, es más común de lo que nos creemos. El conjunto hace muy interesante la película, que ya desde los títulos de crédito, al estilo de Wes Anderson, con una paleta de colores, utilizando el color como significado, que no pasa desapercibida. Además, el toque de cine independiente es evidente, con desenfado, sin pretensiones, pero bien ejecutado. La pareja protagonista, Hannah Kasulka y Luke Benward, sacan buen provecho con sus actuaciones, incluso cuando el guion tiene momentos menos espléndidos.

Interesante película, que se sale de los modelos convencionales del subgénero de engaños, y que da un aire nuevo a la cartelera, en la que las novedades siguen regidas por el más puro estilo comercial.

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