Unas 500 personas asistieron a la jornada de puertas abiertas

Recorriendo el Museo Diocesano de Jaca en la jornada de puertas abiertas. MUSEO DIOCESANO DE JACA
Han pasado 13 años de la reapertura del Museo Diocesano de Jaca y no nos cansamos de acudir a él cuando necesitamos envolvernos de la armonía y la belleza que nos proporciona el arte, la espiritualidad y el recogimiento que se respira en esas salas en torno al claustro donde, durante muchos siglos, discurrió la vida más tranquila e íntima de la Catedral de Jaca. En el mundo agitado en el que vivimos, donde todo lo que conocemos se disipa de forma rápida en el vacío al ritmo que cuesta pulsar un clic en el teléfono móvil, espacios de recogimiento como el Museo Diocesano, constituyen un refugio sólido donde poder aislarnos y dejar que pase el tiempo, a la vez que admiramos las obras de unos artistas –la mayoría de ellos anónimos– que dejaron un extraordinario legado en las iglesias de nuestros pueblos.
Por eso, por el cariño con el que siempre nos recibe el equipo que dirige Belén Luque, y por otras muchas razones, no es de extrañar que cada aniversario de la reapertura del Museo Diocesano se celebre como una fiesta, con el nerviosismo que nos invade en los grandes días de celebración, porque, en este caso, no se trata de ver la colección sin tener que abonar la entrada, sino de poder compartir con nuestros vecinos un espacio que queremos y que sentimos como algo propio.
“Este aniversario fue una jornada preciosa; de nuevo, inolvidable, en la que no nos cansamos de dar las gracias a toda la gente que vino a acompañarnos”, asegura Belén Luque al término de una jornada intensa en lo profesional, pero también en lo emocional. “A las diez y media de la mañana, ya empezó a entrar gente, y también por la tarde, a las cuatro y media; es decir, no fueron momentos a media mañana o al final de la tarde, como nos esperábamos, sino que el público nos estuvo acompañando desde el principio”, explica. Pasaron unas 500 personas, en su gran mayoría de Jaca, Sabiñánigo y los pueblos del entorno, “todas caras conocidas, personas que nos felicitaban, algo que, de verdad, no nos lo podíamos creer”, reconoce emocionada.
La jornada de puertas abiertas permite, precisamente, tener ese contacto con las personas más cercanas y favorece el trato distendido y amable que siempre propicia el reencuentro, sin dejarnos llevar por las prisas, disfrutando del momento. Y así fue de nuevo en esta ocasión. Como cierre a este aniversario, Antonio García Omedes, un apasionado y entusiasta de nuestro Museo Diocesano y de la Catedral de Jaca, presentó su libro Románico aragonés. Mirar viendo, acompañado del editor Rafael Yuste (Prames). Asistieron un centenar de personas, más de las esperadas en un principio, por lo que, a última hora, fue necesario ampliar el aforo y reacondicionar la sala. “La presentación de Antonio, como no podía ser de otra manera, fue preciosa, haciendo mucho hincapié en los descubrimientos que ha realizado aquí en Jaca”, apunta Luque, que no duda en afirmar que “fue el colofón perfecto a un día en el que, una vez más, el público no defraudó y nos mostró su cariño”.
Y esta es, precisamente, la magia y la fascinación que transmite y rodea al Museo Diocesano de Jaca, un entorno que rezuma espiritualidad y misticismo, pero que esconde también el secreto para hacernos más sensibles y humanos.