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“A través de las redes hemos adoptado hábitos y costumbres que están contribuyendo a devaluar nuestra identidad”

El Quijote en Barcelona, de Augusto Ferrer Dalmau.

A lo largo de seis artículos, hemos visto el poder de control que tienen las redes sociales. La mejor herramienta de censura, vigilancia y castigo que ha existido jamás, algo muy ligado a su ADN, anglosajón, calvinista y puritano. También como la atomización de la comunicación y la democratización de las Fake News ha supuesto la aparición de fenómenos sociales como la Post Verdad.

En los últimos diez años, a nuestro cainismo ancestral hemos añadido comportamientos, usos y costumbres, que están contribuyendo a devaluar nuestra propia identidad.

Un ejemplo de esta devaluación colectiva es el rechazo del Ayuntamiento de Barcelona a la colocación de una estatua a Don Quijote en la playa de la Barceloneta, lugar donde termina la novela de Cervantes.

¿Cuáles son los motivos que llevan al consistorio presidido por Ada Colau a prescindir de una marca como “El Quijote”? Cualquier marca comercial, institucional o territorial querría estar asociada al Quijote. Es una de las principales obras de la literatura universal, además del segundo libro más vendido de la historia tras la Biblia.

Pero, además, es imposible desligar a Barcelona del Quijote. Por mucho que se empeñe su alcaldesa, Barcelona seguirá siendo la única ciudad que visitan Quijote y Sancho en sus aventuras. Además, la ciudad condal fue también el escenario escogido por Cervantes para narrar uno de los momentos cumbres de la obra, la derrota física y moral del ingenioso hidalgo. Barcelona estará eternamente ligada al Quijote, una obra tan catalana como manchega.

Desconozco los motivos de la señora Colau (con apoyo de Esquerra y PSC) para querer desligar a mi ciudad del Quijote. Aunque entiendo, que más allá de la opinión personal de quien votó esa medida, hay una decisión estratégica para no ofender a sus respectivas masas fascistoides en Twitter, porque evidentemente, el Quijote es también un símbolo de la Hispanidad.

En realidad, el borrado de identidad va mucho más allá y es mucho más grave que los complejos o el analfabetismo cultural de la señora Colau.

Aunque no sea creyente, mi cultura es cristiana católica. Nosotros, a diferencia de los protestantes, podemos pedir perdón. La conciencia de culpa es algo intrínseco al calvinismo. Ellos nacen culpables y mueren culpables. Será Dios quien decida si su alma es digna de salvación. Evidentemente el hecho de que podamos pedir perdón y no pase nada, hace que nuestra cultura sea más corrupta, pero también bastante más tolerante.

Las redes sociales son una herramienta calvinista puritana, un entorno donde el perdón no tiene cabida. Adoptando hábitos propios de puritanos desbocados en su lucha con China, hemos contribuido a que la irritación y crispación de la sociedad sea cada vez mayor. Una esquizofrenia colectiva que ha llegado a convertir un maldito chaleco en una prenda de fachas.

Mientras, uno de los grandes pilares de nuestra identidad como es el perdón, paradigma de tolerancia y convivencia, está siendo demolido ante nuestras narices.

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