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25 AÑOS

Septiembre 1997

Nacho Biota en la entrevista de hace 25 años en la cancha del Joventut de Badalona. ENRIQUE VICIÉN

“En mi vida pensé que un día jugaría en el Joventut”. Nacho Biota confirma su categoría tras fichar por el conjunto catalán. “¿Has visto qué pabellón, tío? Sólo el «Sant Jordi» de Barcelona es más bonito que este”. “En este equipo hay un ambiente fabuloso”. Todas las palabras de Nacho Biota son elogios hacia la Penya, el sobrenombre del Joventut de Badalona, un equipo en el que ha aterrizado con sólo veintiún años y tras pagar diez millones de pesetas al Unicaja de Málaga por su carta de libertad. Luce un aparatoso vendaje en el muslo izquierdo por un tirón en los abductores que acaba de sufrir y el médico del club le ha pedido que realice la entrevista sentado. En las gradas reservadas para los periodistas del magnífico Pabellón Olímpico, Biota irrumpe su charla para firmar un autógrafo y, al recordar sus inicios con el equipo que en el Colegio San Juan de la Peña de Jaca dirigía el profesor José Gállego, sonríe evocando sus sueños de entonces: “en mi vida pensé que un día jugaría en el Joventut” (…)

Y tras la retirada, vuelta al pueblo. Los fuertes vínculos de Nacho Biota con sus raíces salen a relucir continuamente durante la conversación. Cuenta divertido que en un bar de la zona en Jaca tiene colgada, como ocurre en las canchas de la NBA estadounidense, su camiseta del Unicaja y promete que “pronto tendrán también una del Joventut firmada”. Se le abren los ojos como platos cuando pasa revista a sus años en el equipo de Huesca, donde le hubiera gustado acabar su carrera, y afirma tajante que el único color que ha sentido ha sido el del Peñas, “porque era el equipo de la tierra y a mí esas cosas me tiran mucho”.

Ahora, en Badalona, vencida en parte la enorme distancia que alejaba el Pirineo de su estancia en el Unicaja, Biota hace plantes para cuando acabe el baloncesto.

Tiene claro que entonces volverá a Navasa, “a trabajar el patrimonio de la familia”. Alejado de las grandes ciudades que tan poco le gustan, Biota cumplirá con la “obligación moral” que dice tener con lo que tanto le ha costado reunir a su padre, su abuelo y su bisabuelo y continuará trabajando “los campos de casa”. Será también el tiempo de contar las batallitas que se van acumulando liga tras liga, viaje tras viaje, visita tras visita a los “infiernos” griegos. Para entonces, es posible además que Nacho Biota haya recibido el reconocimiento que más ansía, el de la gente de su tierra.

Firmado: ENRIQUE VICIÉN. Badalona.
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