El vehículo ha sido adquirido por José Lalana y Chus Gracia, socios del Jacetania’s Classic Cars

Comparativa del Dauphine Sedán en una fotografía de la época en la que fue adquirido por Jesús Mazuque y la realizada este martes con motivo de su presentación por el Jacetania’s Classic Cars, ambas en la misma ubicación.
Más de medio siglo separa a las dos fotografías que encabezan este artículo. Marcan la historia de un coche, un Reanult Dauphine Sedán, que el empresario jaqués Jesús Mazuque Oliver compró en 1959 y que, tras dar muchas vueltas por las carreteras y las cocheras de los coleccionistas de vehículos antiguos de nuestro país, ha vuelto a Jaca gracias al tesón y al trabajo de persuasión desplegado durante estos dos últimos años por el Jacetania’s Classic Cars y sus socios José Lalana y Chus Gracia, que son los nuevos propietarios de esta joya de la automoción.
La presentación pública del vehículo se hizo este martes junto al local de la avenida Zaragoza donde Mazuque tenía su establecimiento de pinturas y que, además, servía de garaje para el Dauphine HU 9002, de 7,9 c.v. de potencia, por el que pagó unas 19.000 pesetas, según figura en la documentación original que también ha podido rescatarse.
“Este fue un conche muy conocido en Jaca, porque varias generaciones lo contemplaron en la puerta de la casa de Jesús Mazuque o dentro del almacén, suspendido en cuatro tacos de madera y tapado con una manta. Al ser una de las pocas tiendas de pintura que había en la ciudad en aquellos años, y tener una afluencia de clientes bastante alta, pudo ser admirado por muchas personas”, explica Alberto Ara, socio del club que localizó el coche y que ha trabajado junto a José Lalana y Chus Gracia en su recuperación.
“Es un sueño cumplido y estamos muy contentos”, asegura, porque “es una pieza espectacular” por el buen estado de conservación en el que se encuentra y por toda la historia que acumula. “Tiene un indudable valor económico e histórico, pero sobre todo sentimental”, resalta.
El Dauphine de Jesús Mazuque en sus primeros años de andadura. SE
Fue a raíz del hallazgo de unas fotografías antiguas en las que aparecía el coche, cuando surgió el empeño de localizarlo, dando inicio así a un largo periplo de búsqueda, una vez que ya se supo de su existencia. De Jaca, pasó a un propietario de Huesca, posteriormente recaló en Madrid y de ahí se trasladó a Barcelona, después de ser adquirido por un coleccionista de vehículos clásicos. “Ha costado mucho convencerle para que se desprendiera del coche”, comenta José Lalana. De hecho, “no quería venderlo por nada, porque de los seis vehículos que tiene, este es el que más llamaba la atención cuando salía con él o viajaba a una exposición”.
El Renault Dauphine se encuentra en un estado de conservación “excelente, prácticamente como el día que salió de fábrica. Evidentemente, en todo este tiempo ha tenido mínimas restauraciones, todas ellas efectuadas con piezas originales”, apunta Alberto Ara, que señala como curiosidad el hecho de que Jesús Mazuque hiciera grabar en fábrica su nombre en el motor y la carrocería, “siendo, al parecer, el único que se hizo troquelado y que todavía se conserva”.
Uno de los documentos originales que se conservan de la adquisición del vehículo por parte de Jesús Mazuque. SE
Una afición reciente
La afición de Pepe Lalana por los clásicos es reciente, de hace unos tres años, siendo el Dauphine su segundo vehículo antiguo. “Vas entrando en el círculo del club y descubres que hay un grupo humano fantástico, y poco a poco te vas aficionando”, relata. “Además, en las salidas que se organizan cada fin de semana te lo pasas muy bien. Es una afición fantástica, aunque he de reconocer que un poco cara porque el mantenimiento de estos coches es continuo”.
Cuando por fin se localizó el Renault Dauphine en Barcelona, enseguida mostró interés por su adquisición. “Para mí tiene una singularidad añadida, que es la de su propietario”, Jesús Mazuque, del que recuerda varias anécdotas y de verlo en el establecimiento de pinturas de la avenida Zaragoza.
“Estamos muy ilusionados de que vuelva a Jaca un vehículo de estas características, porque no hay muchos como él, con una placa grabada con el nombre de su propietario y matriculado en Huesca”, comenta Lalana, que también destaca el buen estado de conservación, tanto de la carrocería como del motor y los bajos. De color rojo pálido, llama la atención por su línea estética y la tapicería original, además del minúsculo cambio de marchas, el freno de mano, el volante y el salpicadero con el cuadro de mandos.
¿Y cuál es la sensación de conducir un coche como este? “Al principio, me costó un poco, porque estamos acostumbrados a los coches modernos, más potentes y con cambios automáticos”, confiesa Lalana. “Las velocidades del Dauphine son de las antiguas y van un poco duras y el volante es mucho más grande, pero ahora llevo ya recorridos unos 300 km y he conseguido cambiar de marcha en el momento que tengo que hacerlo. Ya lo controlo y me siento seguro conduciéndolo”, comenta. A la sensación de ir al volante con un clásico de 1959, se une un cierto ego, el hechizo que provoca en los viandantes cuando ven circular un coche de estas características. “Se quedan fascinados mirándolo, más todavía cuando se fijan en la matrícula y descubren que es de Huesca y tan antigua”, nada menos que la número 9002.
El Jacetania’s Classic Cars, cuya existencia es relativamente reciente, sigue ampliando su parque automovilístico, a la vez que continúa con su labor de recuperación y promoción de los vehículos clásicos. El crecimiento es constante, tanto del número de socios como de coches de época, de los que ya cuentan con cerca del centenar. Por ello, tanto Alberto Ara como Pepe Lalana animan a los jacetanos que guardan en sus garajes alguno de estos tesoros a que lo den a conocer y a participar en las actividades del club.