Santiago Ramón y Cajal en una fotografía de la época. SE
Coincidiendo con los actos del 170.º aniversario del nacimiento de Santiago Ramón y Cajal (1852-1934), Premio Nobel de Medicina en 1906, El Pirineo Aragonés se suma a esta efeméride recuperando dos textos que el periódico publicó hace 100 años. El primero, titulado Jaca al Dr. Ramón y Cajal es del 1 de julio de 1922 y hace referencia al modesto homenaje que en aquel momento le brindó la ciudad de Jaca dedicándole una calle con su nombre, la actual vía peatonal que conecta la plaza Marqués de la Cadena con la calle Mayor. El artículo es una loa entusiasta a los logros de Ramón y Cajal, al igual que el segundo documento, que se ha extractado y que salió publicado unos meses antes, el 6 de mayo de 1922, con motivo de su jubilación y el homenaje del que fue objeto en Madrid.
Jaca al Dr. Ramón y Cajal
Nuestra ciudad, en el día de ayer, rindió tributo de admiración y de perdurable recordación al sabio insigne, al investigador imponderable, al hombre de ciencia reverenciado y destacado como maestro entre los maestros mundiales, al rey de la Anatomía microscópica, al ilustre Dr. Don Santiago Ramón y Cajal, descendiente de montañeses oriundos del inmediato pueblo de Larrés y antiguo alumno de los colegios de Jaca, quien por todos los confines del mundo ha honrado y enaltecido el nombre de España y Aragón, vinculando para nuestra patria el fruto de sus incomparables y magnos trabajos, no igualados por nadie hasta hoy, dentro de las especialidades que cultiva en el campo de la Ciencia el sabio Dr. Ramón y Cajal.
El homenaje que Jaca ha tributado al aragonés insigne, si modesto dentro de su exteriorización, es bastante para demostrar que en estas montañas aún vive latente su espiritual unión con aquellos que, consagrados al trabajo y haciendo de él su culto y altar, triunfaron de manera maravillosa, demostrando que la actividad, manifiéstese como se quiera, y el amor hacia aquello que constituye nuestro anhelo, son elementos bastantes para producir frutos tan hermosos como aquellos que el doctor Ramón y Cajal ha cosechado de manera excepcional, ya que excepcional ha sido también el cerebro del más alto investigador que ha tenido la Biología.
Verdaderamente sabio el Dr. Ramón y Cajal, sin pretender aquilatar ni descubrir el porqué y el origen de muchas cosas (pues incomparable mentalidad entendió siempre que dentro de la Ciencia existen algunas que la finitud del entendimiento humano no puede alcanzar a describir) utilizó para sus sorprendentes investigaciones y descubrimientos aquello que la realidad le ofrecía y presentaba como originario y creado, iniciando en tal criterio su labor intensísima, cuyos resultados maravilla al mundo y le han granjeado uno de los primeros puestos dentro de la sabiduría mundial.
Innúmeros son los veneros de riqueza que a España y a la Ciencia lega el inmortal D. Santiago Ramón y Cajal. Sus trabajos e investigaciones sobre Histología; sus descubrimientos sobre la corteza cerebral, sobre la polarización dinámica, morfología y regeneración nerviosa; sus leyes anatómicas y deducciones fisiológicas, así como una pléyade de trabajos de investigación y descubrimiento en el ser humano, después de crear una verdadera revolución dentro del amplio campo de la Ciencia, pregonaron el venerado nombre del sabio, colocándolo en la meta de los investigadores y descubridores mundiales consagrados al cultivo de las especialidades que con más cariño y tesón determinaron el trabajo del Dr. Ramón y Cajal.
Hace dos meses que, por imperator de la ley en España, fue jubilado el insigne sabio, y la nación toda, así como gran número de centros culturales de Europa y América, le han rendido homenaje de admiración, ensalzando su labor y los óptimos resultados que la Ciencia consiguió del trabajo asiduo, entusiasta y altruista del sabio Ramón y Cajal, que deja como recuerdo de su vida descubrimientos jamás logrados en el campo de la Anatomía microscópica, de la que ha sido el mayor cultivador e investigador que ella ha tenido en el suceder de los siglos.
Jaca, aunque modestamente, se une a ese homenaje; y al dar el nombre del sabio ilustre a una de las calles de la ciudad, incorpora también nuestro nombre a ese tributo de admiración que el mundo científico todo ha rendido a una gran gloria preclara, a una voluntad esforzada y a la laboriosidad más perseverante que hombre alguno ha desarrollado en beneficio de sus semejantes y en amor a la Ciencia, de la que todos reconocen es el Dr. Ramón y Cajal el primer Cid, y al mismo tiempo el espejo que refleja lo que el trabajo inteligente, cultivado con amor verdadero, es capaz de producir en todos y cada uno de los órdenes y manifestaciones de la vida humana.
Ramón y Cajal recibió el Premio Nobel de Medicina en 1906. SE
Homenaje a un sabio: Santiago Ramón y Cajal
Ante el magnífico homenaje que Madrid y España entera tributan actualmente al sabio histólogo D. Santiago Ramón y Cajal, inclinamos nosotros la cabeza en profunda admiración y afecto para quien pasó algunos años de su niñez en Jaca, concurriendo a las Escuelas Pías y derrochando sus travesuras por estas calles y estos campos jacetanos, como alegre pajarillo que había de transformarse andando el tiempo en un águila caudal de ciencia médica española.
El sabio aragonés acaba de cumplir 70 años, y por imperio de la ley ha sido jubilado como catedrático de la Universidad Central, no sin antes recibir preciado título de Rector honorario de la misma (…)
Hablando el propio D. Santiago Ramón y Cajal del homenaje que se proyectaba tributarle con motivo de su jubilación como catedrático de la Universidad Central, ha dicho que lo más grato y satisfactorio para él sería el ver que se acumulaban elementos para continuar su labor.
Y España, que tanto debe al glorioso maestro, está obligada a complacerle en la presente ocasión, por dos razones: en primer lugar, porque así lo desea el festejado, y, en segundo lugar, porque tiene razón.
Cajal, prescindiendo de todo egoísmo personal y desatendiendo en absoluto sus particulares intereses, ha consagrado su vida entera a enaltecer la ciencia patria. Y aunque ahora con motivo de su jubilación, fuera un capricho lo que pide, la nación no tendría derecho a regateárselo. Pero, además, lo que pide no es un capricho; es, al mismo tiempo, lo que más le agrada y lo más útil y honroso para la nación entera.
Santiago nos da a entender que el hombre debe ser admirado en sus propias obras y que, si alguna estimación nos merece la suya, el mejor modo de expresarla no consiste precisamente en archivarla en medio de unos cuantos discursos encomiásticos, veladas apologéticas y demás fuegos artificiales a que tan aficionados somos en España; sino en continuarla, en mantenerla en constante actualidad para que su glorioso iniciador sea siempre una realidad presente y no pase jamás a la categoría de recuerdo.
Y esta es nuestra principal obligación, si no queremos demostrar ante el mundo civilizado que Cajal ha sido una planta exótica arraigada en nuestro país por arte de la casualidad. España tiene el compromiso de honor de llevar adelante la labor de Cajal, para hacerse digna del genio que le ha cabido en su suerte y para demostrar que si tuvo el orgullo de ser cuna de uno de los prestigiosos científicos más sólidos en la época presente, era merecedora de ello.