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125 AÑOS

Julio 1896

Jaca, carretera de Biescas, en una postal de principios del siglo XX. FRANCISCO DE LAS HERAS

Hora era ya de que se trabajase en construir una casa para ancianos desamparados, pensamiento que ya en alguna otra ocasión hemos denunciado desde estas columnas. El edificio que hoy se utiliza para este fin ni es digno de la ciudad de Jaca, ni capaz para recibir a muchos pobres que viven en el mayor abandono, y no reúne las condiciones higiénicas que exigen esta clase de establecimientos, siendo como hemos tenido ocasión de observarlo cuando nos ha invadido alguna epidemia, un foco de infección, en lugar de ser una casa de salud.

Cuando anteayer tuvimos noticia, por la Circular de nuestro ilustrísimo Prelado, de que se reunirían en su palacio las personas más conspicuas de la ciudad con el fin de abordar esta cuestión, nuestro corazón latió lleno de satisfacción, porque, sin desconocer las dificultades que ha de ofrecer la empresa, sobre todo en años tan miserables como los que nos afligen, vislumbró allá en lontananza terminada ya la casa amparo, ostentando en su remate la santa Cruz, a cuyo poder todo cede. Veíamos socorrida esta necesidad urgentísima, refugiados pobres, que hoy carecen de asilo, merodear por sus anchos y ventilados dormitorios, provistos de todos los medios necesarios para pasar una vida relativamente cómoda y siempre bajo la cariñosa vista de las hermanas, para impedir cualquier desgracia, muy posible en esa edad, o provenir cualquier necesidad, tan frecuentes en ella.

Nos dirá alguno que soñamos. Tal vez sea así, pero también diremos con todo nuestro corazón: ¡Qué dulce es ese soñar! Ver viviendo felizmente a los seres más desgraciados de la humanidad, que no tenían con qué hacer frente a sus desgracias, será soñar, pero es el soñar del espíritu compasivo y bienhechor, y el latir del corazón generoso caritativo y espléndido que se complace tanto como en su propia dicha en la dicha de los extraños, y más si estos llegan a ella por el camino de la miseria. Vaya este sueño, sientan este latir, y la casa amparo proyectada por el Sr. Obispo y dispuesta en sus métricas proporciones por el ilustrado ingeniero Sr. Jimeno, será un hecho que formará época en los fastos gloriosos de Jaca.

Costará según nuestras noticias 80.000 pesetas; pero ¿qué son para 70.000 almas con que cuenta la diócesis de Jaca? Cierto es que se cuentan entre estas últimas las que necesitan la casa amparo, pero también lo es que hay muchos que por sí pueden levantarla. Lo que se necesita es buena voluntad, corazón generoso, y alma compasiva, y con estas tres palabras, mejor que Arquímedes con la suya, no solo se moverá la tierra, sino que surgirá de ella, como visión celestial, la blanqueada casa amparo, refugio y asilo de la encanecida ancianidad.

Oigamos la voz desinteresada de nuestro Ilmo. Prelado, y secunden cuantos puedan sus generosos sentimientos; oigamos hoy todos, pues a todos nos habla en carta que verán nuestros lectores en otra parte de este periódico, y cooperemos cada cual según nuestras fuerzas, y habremos conseguido, sin grandes sacrificios, levantar un monumento eterno a la caridad, y un asilo digno de Jaca y descanso pacífico y tranquilo de sus desvalidos ancianos.

Quiera Dios que nuestras pobres excitaciones sirvan de cooperación para tan grande obra.

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